Marifé Santiago-Bolaños,
Escritora, Doctora en Filosofía
No nos extrañaban los epítetos porque el contexto propiciaba, ante ellos, la aceptación sin preguntas: él era “el Hermoso”, y ella era “la Loca”. Un matrimonio regio de tales características penalizaba, cómo no, a la reina, cuya inhabilitación para gobernar, en el imaginario de nuestra infancia y adolescencia, procedía de lo inconveniente de haberse enamorado, nos decían con sorna, de su consorte en tiempos donde las uniones matrimoniales eran mero contrato para extender dominios y consolidar poderes. La película de 1948, construida con todos los elementos propagandísticos misóginos que despliegan las estructuras dictatoriales -¡cómo olvidar aquella paródica gestualidad expresionista de una reina sumida en su Locura de amor pidiendo a la corte silencio para que no despertaran al rey!- se convirtió en aval capaz de hechos que no dejaban sitio al mínimo amago de duda: que primero su padre, Fernando el Católico, y después su hijo, Carlos I de España y V de Alemania, la hubieran encerrado de por vida… era normal…
Una vez más, fueron la libertad y el respeto democráticos los que abrieron puertas cegadas evidenciando la proximidad manipuladora que comparten todos los sistemas totalitarios, sean cuales sean sus sesgos diferenciadores. Aunque, en el orden de aparición, todavía faltaba ser conscientes de que el papel que los relatos oficiales asignan a las mujeres no distingue, en el inconsciente cualitativo fundante, entre estamentos sociales. Por ejemplo, Juana tenía que seguir siendo “la loca” porque de lo contrario habría que impugnar ese orden social que permite insultos disuasorios cotidianos y violencias estructurales, hasta el extremo del encierro ejemplar, contra tantas mujeres “fuera del orden”.
Eduardo Blázquez Mateos y Errikarta Rodríguez se arriesgan como solo el arte y la erudición creadora lo permiten. Tras una investigación archivística exhaustiva en torno a la reina Juana y, en el caso de Blázquez Mateos, con una vida entera dedicada al estudio y la docencia artística, este libro afortunadamente inclasificable nos enseña a interpretar los pensamientos y la memoria de Juana I durante su “prisión-destierro” en Tordesillas. No hay una partitura escrita para leerlo, la partitura se va creando a medida que avanzamos entre los intersticios de las palabras leídas. Se desvela un rostro, un cuerpo, a tientas nos movemos por los espacios transparentes de la belleza que todo lo impregna y vivifica: Juana es una mujer culta y sensible, educada con esmero más allá de lo que le habría dado un utilitario valor de cambio mercantil -duele escribir este hecho con la crudeza que, sin embargo, ha de hacerse-, su formación intelectual y estética la convierten en una posibilidad plena de resignificación del ejercicio del poder político. En ella espera la semilla del “renacer”, del oro y la plata de las edades. Los detalles de esa experiencia simbólicamente “sonámbula”, su vivir en los sueños transformando la oscuridad en destellos luminosos, la muestran cómplice compañera de las figuras literarias femeninas que pueblan los márgenes de la intransigencia protegiendo, con hilos matriciales, la dignidad. Paseamos de su mano por la imaginación, anotamos la topografía poética que hace de los lugares domésticos un universo estelar, respiramos el tiempo detenido de la contemplación y la escucha, la musicalidad de los jardines y la danza de la naturaleza.
A una obra como esta se ha de llegar con el alma abierta de par en par, sin la protección del hábito ni la costumbre. Hay que asomarse a sus abismos y que sean el viento, el fuego, el aire y la tierra quienes sostengan la gravedad y la gracia de una experiencia inédita y transformadora. Juana I, la hermosa reina sonámbula aguarda en el umbral para que pasemos, con ella, al otro lado de las cosas. Se abre el telón, Eduardo Blázquez Mateos y Errikarta Rodríguez se ocupan de que todo esté a punto…
Marifé Santiago-Bolaños,
Escritora, Doctora en Filosofía
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Lectura impagable. Hermoso.