José Hierro, poeta perteneciente a la llamada poesía desarraigada o existencial, e hijo adoptivo de la ciudad de Ávila, escribió que “Toqué la creación con mi frente”. Desconozco si Emilio Jiménez (“Emilión” para los amigos e ilustres admiradores de su obra plástica) ha tocado la creación con su frente o, más bien, con su corazón. De lo que sí estoy bien seguro es de que su reciente exposición “Óleos y acrílicos”, acercada al público por el Ayuntamiento de Ávila, contiene la esencia de su forma de ser y de estar en el mundo.




Emilio Jiménez es un artista abulense mimetizado con el paisaje. La nota predominante de su obra es el Valle Amblés que le vio nacer y que él siente muy intensamente con sus colores ocres, rojizos y violetas reflejados -“ad perpetuam”- en los campos, los montes y las veredas de Castilla. En fin, como él dice, “Castilla, pura y dura”.
Al preguntarle, ¿qué es para ti el arte? me responde de forma poética que “El arte es igual a puro fuego”, una frase del poema “Los complementarios”, de Antonio Machado, donde el autor de “Campos de Castilla” habla sobre la creación artística y cómo el arte es una forma de vida, y la pasión y la energía que se necesitan para hacerla posible. Seguidamente me recita este poema, masticando su significado, confesándome que al recordarlo se conmociona profundamente.
—¿Mas el arte?…
—Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.



Emilio Jiménez nació en el pueblo abulense de Muñogalindo o, lo que es lo mismo, en el corazón del Valle Amblés. Proviene de una familia de comerciantes; exactamente de tres generaciones de comerciantes. Paradójicamente, en este contexto surgió su afición por la pintura.
—Tribuno, mi bisabuelo, era ferroviario, jefe de la estación en Irún -me comenta con cierta nostalgia. Mi abuela, Emilia, nació allí, en Irún. Desconozco cómo recaló por Muñogalindo, regentando un estanco y un pequeño comercio de ultramarinos, y luego un bar, montados con mi abuelo Segundo, que falleció muy joven y que tristemente yo no llegué a conocer. Mi padre, Emilio -uno de los cinco hijos que tuvo mi abuela- continuó con estos negocios. Yo creo que me aficioné a la pintura viendo la publicidad impresa en los botes de comestibles. Don Hilario, mi maestro, que veía que lo llevaba dentro, me mandaba pintar en el encerado de la escuela y en el papel barba que vendía mi padre. Luego, de manera autodidacta, empecé a pintar profesionalmente estudiando a los grandes maestros impresionistas franceses de la talla de Monet, Sisley o Renoir.

“Oleos y acrílicos” es el resultado de 7 años de trabajo. Como nada en este mundo surge por casualidad, sino por causalidad, caigo en la cuenta de que el número siete es, por antonomasia, el número de la herencia cultural, la búsqueda del perfeccionamiento intelectual y espiritual y la capacidad para conectarse consigo mismo, enlazando lo divino con lo humano. Así que la pregunta -obligada- que le hago a Emilio Jiménez a continuación es si considera que esta exposición es la culminación de su obra artística.
—Bueno, en mi cabeza hay todavía muchas ideas que me gustaría plasmar algún día- me responde, despertando enormemente mi curiosidad. Es que ahora tengo puesta mi mirada artística en Antoni Tapies un referente, como sabes, del arte de vanguardia del pasado siglo, que supo combinar magistralmente la tradición y la innovación dentro de un estilo abstracto. Y esto deseo plasmarlo en cuadros de gran tamaño.
—Por lo que veo, Tapies es tu referente pictórico principal ahora- apostillo.
—Sí, pero también el artista palentino Juan Manuel Díaz-Caneja, cuya obra se encuadra dentro del cubismo y la temática de paisajes castellanos.

—Así que tu obra es, por lo que veo, inclasificable. ¿Cómo la definirías?
—En unas reflexiones he escrito que mi obra es una búsqueda constante y cambios de estilo; es transformaciones, cambios de rumbo, arrepentimientos, preguntas (unas con respuesta y otras en blanco); es el caos, la sombra, el espacio; el todo, la nada, la vida, el exceso; el cuadro y la soledad del estudio; también el silencio dentro del espacio; la luz, el color, el viento; la atmósfera que lo inunda todo.

-¡Amen! -exclamé interiormente. Mas, al salir de la sala donde está instalada esta magnífica exposición dentro del imponente Episcopio de Ávila, leí, recordé y comprendí profundamente la conocida reflexión del escritor uruguayo, Mario Benedetti: “De eso se trata, de coincidir con gente que te haga ver cosas que tú no ves. Que te enseñen a mirar con otros ojos”.
La muestra “Óleos y acrílicos”, de Emilio Jiménez, integrada por una treintena de obras a base de bodegones, paisajes y abstracciones puede visitarse gratuitamente hasta el 14 de junio en el Episcopio de Ávila, de martes a viernes, de 19:00 a 21:00 horas; sábados y festivos, de 12:00 a 14:00 y de 19:00 a 21:00 horas, y domingos, de 12:00 a 14:00 horas.
José Antonio Hernández de la Moya
Apuntes de sabiduría (una guía para el despertar de la consciencia) de José Antonio Hernández de la Moya
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