Iván Robledo Opinión Redactores Relatos Breves

Cuentos de Cuarentena (XIII): MANZANAS DE INVIERNO

La abuela cerró los ojos. Pero es muy de abuelas cerrar los ojos y abrir la boca, y dejar la boca entreabierta, como si durmieran.

El tiempo son los demás. Lo sabemos, pero por alguna razón lo olvidamos cuando se hace de noche, parece. Si comprendiéramos qué es el tiempo sabríamos que el tiempo no pasa, que el tiempo es lo único que permanece, que somos nosotros los que caemos por el tiempo como caen los peñascos por la ladera, estúpidos sísifos que creemos que creemos algo. Luego está todo lo demás, y los años, y los médicos.

-Puede despertar una vez más, solo una, esta tarde. Después, en fin, después no volverá a despertarse más.

-Gracias, doctor.

Sí había tiempo que perder, de manera que la familia se puso manos a la obra. Era diciembre, principios de diciembre para ser más inexactos, y el frío era mucho, un frío que dolía más que el confinamiento, y más, mucho más, que la muerte ya sentida de la abuela, la abuela que se les iba entre los dedos como el agua, como la arena, como los besos que se dan al aire. La abuela se iba, se moría, y su familia estaba allí.

-Era lo que más le gustaba.

No podían perder el tiempo, por eso decidieron hacer algo que no sirviera para nada. Para su abuela sí, pero no para el resto del mundo, que es quien dicen qué sirve y qué no, qué abuelas deben morir y cuáles no.

-Le gustará, estoy seguro.

-Sí.

Tenían prisa, podía despertar en cualquier momento, su último despertar antes de marcharse con Dios, que es el Señor del Tiempo. Debían darse prisa, tanta prisa que debía parecer que no se movían. Y fue entonces cuando la abuela abrió los ojos, los abrió como les avisó el doctor, cansados, pesados, alegres y luminosos. Sonrió, las abuelas siempre sonríen, es cosa muy del mediterráneo, y trató de abrazarlos, que es cosa muy de abuelas.

-¿Habéis cenado? Si me dejáis, puedo prepararos algo.

Que es, todavía más, cosa de abuelas también.

La familia dijo que no, que después sí, que tal vez, pero que todavía era temprano. Aunque hacía calor, era diciembre, principios de diciembre para ser inexactos, pero hacía calor, por las estufas escondidas. Y el sol entraba por la ventana. La abuela dijo que estaba cansada, cansada como hubiera dormido durante días, que era exactamente lo que había hecho, aunque ella no lo sabía. Iba a morir y el doctor la sacó de su extrañamiento para que su familia pudiera decirle que no iba a decirle adiós. Las familias creen que los que van a morir son estúpidos, y hay algunos que no, y son los mismos que creen que sus familias son estúpidas, y así va la cosa de morirse entre tantos.

A la abuela le dijeron que desde la ventana podía ver su manzano florecer, era el manzano que plantó años atrás, el manzano que floreció siendo mozuela, y el manzano bajo el que se enamoró de su abuelo y de su pecado. La abuela, antes de entrar en el purgatorio, dijo que quería ver el manzano florecer de nuevo antes de morir. El doctor le dijo a su familia que aquello no sería posible, y la familia le dijo a la abuela que lo vería, y la familia también le dijo al doctor que era un imperfecto idiota.

Entre todos acercaron a la abuela a la ventana, y la abuela vio el manzano florecido. Hacía calor, y era diciembre, principios de diciembre para ser inexactos, pero para la abuela era todavía primero de floración del manzano.

Luego dijo que tenía sueño, y que deseaba dormir un poco más.

Le dijeron que sí, que descansara. Así era la vida y lo que pretendieran.

La abuela cerró los ojos. Pero es muy de abuelas cerrar los ojos y abrir la boca, y dejar la boca entreabierta, como si durmieran.

-Os quiero, gracias, pero habéis pegado las hojas mal. Y las flores están al revés, algunas están al revés. Gracias, sé que os habéis esforzado. Pegar tantas hojas a un árbol en pleno invierno, y después las flores en las ramas para que parezca que es primavera es una tontería que solo se os puede ocurrir a vosotros. Supongo que por eso sois mis nietos.

No dijo más. Nunca dijo más, no en este mundo.

Iván Robledo Ray

0 comments on “Cuentos de Cuarentena (XIII): MANZANAS DE INVIERNO

Gracias por comentar

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Descubre más desde ACALANDA Magazine

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo