mesa Sara Carballal
Opinión Redactores Relatos Breves Sara Carballal

Las casas sin mesa

Una mesa puede ser un detector de problemas, un abrazo de los grandes, un te quiero.

En la mayoría de veces, literalmente, no hay espacio para una. Con suerte una plegable que ni te acordarás de que existe.

En otros casos, lo diáfano, el minimalismo y el no acordarse.

Esa y mil cosas más, pero no hay mesa.

Es algo en lo que me vengo fijando y me preocupa.

Será porque gran parte de mis recuerdos son alrededor de una. Y tras una larga sobremesa, cada uno buscando su huequecito en el sofá.

El cariño de quien cocina, aprender a estar, aprender a convivir con diferentes, por ejemplo, ese familiar que quizá no te cae demasiado bien, intercambio de opiniones, de creencias -también estereotipos y roles, pero eso lo dejaremos para otro momento. –

Todo eso, y tiempo. Porque tener que ir todos al mismo lugar, a la misma hora, cocinar… Requiere aparte de espacio, tiempo. Darle espacio en la vida a ese tiempo.

Recuerdo con cariño los viernes o sábados el teléfono sonando en mi casa al anochecer, eran mis tías y mi madre organizándose para ver quién llevaba qué, para confirmar asistencia. Era una versión pequeña de mí preguntando si irían mis primos.

Pero también, la importancia de mesas más pequeñas, las del día a día. Las de si tienes un día horrible, si te han reñido en el cole y estás cabreado, si estás más callado de lo normal porque te ha surgido un problema, si la sonrisa de enamorado no la puedes ni controlar un rato y se nota que tienes el corazón contento… Todo eso pasaba por el filtro de la mesa. También uno mismo observaba a sus mayores, las manías y costumbres de cada uno, formar parte de esa conversación en principio banal pero que desata un despliegue de opiniones. El primer contacto con un debate, momento para aprender a que te lleven la contraria. A saber que los conflictos se pueden crear y resolver mediante la palabra. Trasmisión de conocimiento y valores.

Una mesa puede ser un detector de problemas, un abrazo de los grandes, un te quiero.

¿O acaso llevar un amigo a casa a comer no es un acto de entrega? La primera comida con tu pareja en casa. Son actos de intimidad, son un regalo y un signo de confianza.

Un café. Esa cena con amigas.

No se trata de no aceptar que los tiempos cambian, que las redes de apoyo cada vez, por un motivo u otro, están más alejadas; que vamos más rápido en la vida y no tenemos los mismos horarios, los espacios se reducen y no caben mesas en casa… Pero no se tiene porqué dejar todo a la resignación, también hay parte de responsabilidad. Y en esta situación excepcional que nos ha tocado vivir, aunque haya que limitar las invitaciones, aumentar las distancias y reducir el contacto, sí podemos aprovechar para pararnos a pensar qué importante es. O quizá sería mejor: qué importancia queremos darle.

Así que espero poner más en práctica el sentarme alrededor de una. Pero no sólo de hacerlo, si no de hacerlo bien, con todo lo que eso implica.

Es hora de desempolvarlas. ¿Cuántos vamos a ser hoy?

Aunque sea una obviedad, pongamos la mesa en el centro.

Sara Carballal

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