Puede sonar redundante, pero se podría decir sin miedo a equivocarnos que desde que el mundo es mundo el hombre y la mujer han tenido muy bien diferenciados sus roles dentro de la sociedad. Es necesaria esta premisa para poder hablar de Louise May Alcott y de una de sus obras.
Situar al escritor, escritora en este caso, en su época y en sus circunstancias particulares nos hacen entender mucho mejor sus escritos y el mensaje que nos han querido transmitir.
Nació Louise May Alcott en Germantown en el año 1832. Su padre, Amos Bronson Alcott fue escritor, pedagogo y filósofo trascendentalista. Tanto su padre como su madre estuvieron muy vinculados a la vida social y política compartiendo sus ideales con sus hijas. El matrimonio tuvo cinco hijos, cuatro niñas y un varón, que murió cuando era pequeño. Todas ellas fueron educadas en casa bajo la tutela de su padre y en el caso de Louise dio lugar a potenciar en ella su habilidad para la escritura.
El primer texto que se publica de Louise fue en 1851, cuando tan solo tenía 19 años. Fue un poema titulado Flora Fairfield y apareció en la revista Peterson´s Magazine. En 1857 se funda la revista literaria y cultural The Atlantic Monthly en la que ella escribe y donde se empieza a descubrir su carácter observador y su faceta como cronista.
En 1855 se edita su primer libro con el título de Flower Fables, una serie de cuentos dedicados a Ellen Emerson, hija del líder trascendentalista Ralph Waldo Emerson, vecino de la familia Alcott. Es su primer libro firmado con su nombre, pero anteriormente y bajo el seudónimo de A.M. Bernard ya había escrito una colección de novela y relatos en los que era aconsejable ocultar su identidad pues trataba sobre más de un tema tabú para la sociedad victoriana como eran el adulterio y el incesto.
Louise empieza a trabajar desde muy joven por la simple cuestión de que la economía familiar no era muy boyante. Trabajó como costurera, institutriz, maestra y escritora, con lo que consigue, además de alcanzar el éxito, paliar en algo la pobreza en la que vivían. Es imprescindible mencionar que durante cuatro años, de 1861 a 1865, EEUU sufrió las consecuencias de la guerra de Secesión. Este dato es importante no ya para comprender las vicisitudes y obstáculos que la autora tuvo que enfrentar, sino también para ver la evolución personal a la que se sometió. No está de más hacer hincapié en que en todas las guerras de todos los países y épocas el control queda en poder de la mujer que se alza como mano de obra, sustentadora del hogar y cuidadora para los heridos de guerra.
El país queda dividido en dos: hombres y mujeres; ellos, que van a la guerra (con la ilusoria idea propagandística de que son los salvadores de la patria) y ellas, amas de casa que nunca han sido educadas para nada más que las tareas domésticas y que se tienen que hacer cargo de un país despojado de la población masculina. Es el momento de aprender a marchas forzadas y de manera autónoma lo que el patriarcado no les permitió estudiar. Durante las dos guerras mundiales son requeridas por sus gobiernos para llevar a cabo trabajos que nacen a demanda de la situación que se vivía, como fue la construcción de barcos en el Reino Unido y que antes eran «trabajos para hombres». Esas situaciones extremas dejan visible la capacidad de la mujer para desarrollar oficios que con anterioridad solo se creían aptos para el varón y es a partir de ese momento cuando se recompensa a la mujer con el derecho al voto. Hay que añadir que una vez finalizadas las contiendas, la mujer regresa a sus labores de siempre no por voluntad propia, sino porque son despedidas, pese a que quedaba demostrada su capacitación para el cargo.
Queda también bajo la responsabilidad de la mujer reconstruir los destrozos, recibir a los soldados supervivientes o llorar a sus muertos y recuperarse ellas de todo el dolor y el peso que les dejaron sobre sus hombros.
Una ardua tarea que Louise dejó plasmada en sus escritos, como fiel testigo de la época. También ella tuvo que participar en la guerra y durante un tiempo trabajó como enfermera en el hospital de la Unión en Georgetown.
Una vez finalizada la Guerra de Secesión en 1868 se edita su novela Mujercitas, cuyo título en inglés es, Little women: or Meg, Jo, Beth and Amy, de carácter autobiográfico en la que Jo encarna a su alter ego.
La obra fue escrita por encargo de su editor, quien le pidió que escribiera una novela enfocada a mujeres jóvenes y Louise aceptó, movida más por el tema económico que por el argumental. A Louise no le resultaba interesante ni atractivo escribir una novela romántica juvenil, pues encontraba más interesante escribir sobre trascendentalismo, abolicionismo o sufragio, pero le hacía falta el dinero.
Nadie mejor que Louise para plasmar la percepción de la mujer de su edad en aquella época, de hecho, su gran éxito estuvo en conseguir que sus protagonistas sirvieran de reflejo a toda una generación de mujeres con las que empatizaron de inmediato.
La novela tuvo muy buena acogida y justo un año después, y a demanda de los lectores, se editó la segunda parte, Aquellas mujercitas (Good Wives). La familia March se había convertido en un referente para la población estadounidense y sus protagonistas en modelos a seguir.
Louise Alcott escribía básicamente para subsistir y con Mujercitas el éxito le llegó de manera inesperada, de tal manera que se ha llegado a convertir en un clásico de los más leídos.
Dotó a sus personajes de un carácter obstinado y perseverante en la búsqueda de sus objetivos, quizás este rasgo más la visión cercana y realista con la que integra al lector en la obra, es el resultado del éxito de este clásico que nos retrata a la perfección la sociedad estadounidense de finales del diecinueve.
Para completar la saga de la familia March, Alcott escribió Hombrecitos (Little Men, 1871) y Los muchachos de Jo (Jo´s Boys, 1886).
Louise May Alcott tomó el lugar de su madre cuando esta falleció y se hizo cargo de su casa y de su familia. Nunca se casó y siempre se mantuvo activa política y socialmente mostrando su partidismo como férrea abolicionista y demandante del sufragio femenino. Murió a los 55 años, víctima de un accidente cerebrovascular causado por envenenamiento de mercurio. Según su biografía, su intoxicación se produjo prestando servicio como enfermera en los hospitales militares.
Queda constancia de que en aquellos años existía un medicamento llamado Nube Azul indicado para casos de depresión que contenía mercurio en altas dosis. Abraham Lincoln lo consumió durante años y sus efectos se dejaron ver como insomnio o cambios de humor repentinos.
Como curiosidad, añadir que el día que Louise murió, un 6 de marzo de 1888, su padre era sepultado.
¡Me ha maravillado! Brillante artículo <3
Me alegro muchísimo, Laura. Un abrazo enorme.
Bello/ Perfecto artículo! Gracias hermosa Isamar! Con mucho amor!
Carlota
Gracias a ti, Carlota, te agradezco que contaras conmigo para el encuentro, lo disfruté muchísimo, espero que lo repitamos pronto. Un abrazo.