2021, el ansiado Año Santo Xacobeo (o Jacobeo) y el inicio del estimulante año nuevo chino. Anhelamos recuperación económica y aplicación de nuevas tecnologías.
Cómo será el año 2021 es la pregunta que nos hacemos estos días con la incertidumbre en el estómago, deseando olvidar el 2020, esperando volver a reunirnos presencialmente y abrazar a nuestros familiares y amigos. También queremos: Salir a la calle sin mascarilla, viajar a cualquier sitio sin pruebas médicas o permisos administrativos, olvidar la pandemia cuanto antes así como su noticia constante en los medios y vivir la noche.
El calendario del año 2021 se presenta prometedor, porque ya se está vacunando a la población, en un prodigioso alarde de investigación médica. Todos los días del mismo, sean laborables o no, podremos celebrar el haber sobrevivido, teniendo a la vez muy presentes a los enfermos y muertos por la terrible Covid-19.
Para los católicos, 2021 es Año Santo Xacobeo (o Jacobeo), el primero desde 2010, ya que el veinticinco de julio, fiesta del apóstol Santiago, patrón de Galicia y de España, cae en domingo. En este Año Santo Xacobeo se consigue indulgencia, la cual consiste en que ciertas consecuencias del pecado, como la pena temporal del mismo, puedan ser objeto de una remisión concedida por determinados representantes de la Iglesia bajo las siguientes condiciones: visitar la catedral de Santiago de Compostela durante el año santo, rezar, pedir por las intenciones del Papa e ir a misa, confesar y comulgar en los quince días anteriores o posteriores a la visita a la catedral.
Por su parte, el año nuevo chino empezará el viernes 12 de febrero y será el del búfalo, pues cada año se dedica a un animal. El búfalo simboliza trabajo duro y constante, retorno a la naturaleza y reorganización del mundo. Como puede verse, las tres características parecen coincidir con las circunstancias reales que encontramos tras un año de hecatombe mundial.
Mayo de 2021: un respiro para la economía y el empleo con nuevas expectativas
Con toda ilusión esperamos una primavera de alivio. Las predicciones médicas y económicas auguran un inicio del mes de mayo con buenas perspectivas de crecimiento económico. La pandemia se estará retirando ya en esos días a medida que la vacuna llegue a todas las capas sociales, y esto conseguirá que el capital emerja de su escondite e invierta en beneficio de las personas, especialmente de las más vulnerables y necesitadas. Hay mucho ahorro contenido que debería proyectarse en ellas.
El trabajo, por su parte, se volverá más extensivo, aunque es posible que aún no tanto como en el año 2019. Demos tiempo al tiempo. Muchos empleos no podrán recuperarse, porque ciertos negocios han aguantado hasta la extenuación, pero otros muchos nuevos han brotado como setas, respondiendo a la necesidad de renovarse e inventarse de los trabajadores, ya sean autónomos o asalariados.
Nuevos propósitos irán apareciendo, como flores de mayo, en nuestras asustadas mentes, que necesitan recuperar el mundo que conocieron, por pura compensación. Todo ha estado tan mal que no puede ir a peor, sino siempre a mejor. Cualquier hálito de optimismo generalizado nos va a poner en órbita para afrontar riesgos y retos, porque hemos sido capaces, en medio de la tragedia vivida, y con mínimas excepciones, de resistir un confinamiento masivo, una pérdida de libertad de movimientos absoluta y una imposibilidad de relacionarnos presencialmente con otros seres humanos.
Mejores sentimientos humanitarios nos brotarán en mayo, en julio, en octubre, en el momento en que el miedo a enfermar y a morir deje de plantarse siempre delante de nuestros ojos. El dolor y la frustración despojan a las personas de su egoísmo absoluto. Es muy posible que la conmoción sufrida nos dé fuerza suficiente para pensar en una más justa redistribución de la riqueza y en un relativo desprecio al lujo y la ostentación.
Las contradicciones de la primavera: lluvia, sol, viento, calor y frío también harán mella en nosotros, pues son parte de nuestra esencia y la variedad que nos entretiene y estimula. La vida fluye, cambia, no es lineal ni aburrida para nadie. Posiblemente empecemos en 2021 muchas actividades de las que renegaremos después, como medida de selección y de descarte, pero algunas serán originales, eficaces y no nos hubiéramos dedicado a ellas, de haber seguido instalados en nuestra zona de comodidad clásica.
Ha llegado el futuro: Brexit, fake news, cambio climático y robotización.
El nuevo año viene cargado de experiencias desarrolladas en 2020:
Encuentros virtuales a través de una pantalla entre familiares, clientes y compañeros de curso o trabajo de forma asidua, colas larguísimas de personas solicitando alimento para ellas y sus familias, obligación de llevar mascarilla fuera del recinto de los convivientes, el mundo entero hermanado en la desgracia y crecimiento exponencial del teletrabajo y de ocupación de segunda vivienda.
Sin duda todas ellas influirán en nuestro ánimo este año, modificando la escala de valores personales y las costumbres.
Además de olas sucesivas de pandemia, estamos afrontando un Brexit, muy importante para españoles, británicos y europeos en general, el divorcio de Reino Unido y la Unión Europea. Tolerancia y respeto deben presidir la relación entre los antiguos socios, tras el acuerdo legal de ruptura, con toda la nostalgia contenida por los anteriores años de unión, en los que no hubo fronteras ni restricciones al comercio o la circulación de personas, pero también con la convicción actual de seguir siendo vecinos y amigos.
Las fake news crecerán este año, por perversos intereses de grupos o individuos que ganan dinero o fama emitiendo noticias falsas. La lucha contra las mismas no da tregua, y la guerra entre la verdad y la mentira no será gratuita. Al menos estamos prevenidos y aleccionados de no dar por cierto todo de cuanto se informa.
El cambio climático, mínimamente contenido en 2020, avanzará sin remisión en el año nuevo según predicen los científicos. La temperatura media subirá unas décimas a escala mundial y eso producirá insoportable calor en verano y catastróficas lluvias, incendios pavorosos, inundaciones y deshielo lento pero certero de los casquetes polares. Es complicado revertirlo, pero debemos intentarlo por nuestra propia supervivencia.
La robotización y el 5G irán tomando fábricas, carreteras, comercios, hospitales y toda clase de edificios y actividades, ante nuestro asombro. Esta nueva revolución industrial parece tan imparable como lo fue la implantación de la agricultura en el Neolítico o el maquinismo en el siglo XIX. Nos hará la vida más fácil y evitará que los humanos realicemos tareas tediosas o repetitivas, pero sin duda, removerá nuestras relaciones laborales y nuestro papel como fuerza de trabajo.
Nuevas costumbres universales: admiración por ancianos y sanitarios
La lectura y el visionado de películas y series seguirán siendo actividades saludables y muy practicadas, con sus connotaciones de meditación y entretenimiento individual, también con su aporte a la cultura, al arte y a la meditación. Hemos perdido muchos conciertos, partidos de fútbol y representaciones de teatro últimamente, pero, con calma, volveremos a los estadios y a los teatros. El teletrabajo ha venido para quedarse. Nos falta llevarlo a cabo con medidas legales ajustadas.
Estamos aprendiendo a cuidar y admirar a nuestros mayores como merecen, asunto que no parecía trascendental hasta marzo pasado, pues el culto a la juventud, a la modernidad y a la novedad había postergado el legendario respeto a los ancianos, expertos en experiencias y sabiduría, cuya responsabilidad y disciplina en los momentos más difíciles nos han emocionado.
Las redes sociales continuarán siendo el alimento de las comunicaciones y a veces el único medio de trasmisión de la cultura. Muchas personas solo leen lo que se publica en las mismas. Su poder de influencia llega a estamentos sociales de cualquier nivel, a la moda, al arte, a la literatura y a las costumbres.
Un sector laboral que seguirá siendo imprescindible es el de los sanitarios. A ellos los hemos aplaudido y visto constantemente en televisión, pertrechados con sus trajes de protección, realizando una heroica tarea, no siempre bien pagada. Este reconocimiento de su profesión salvadora supondrá que las vocaciones de enfermeros, médicos o fisioterapeutas se multipliquen, y también las de científicos dedicados a farmacia y biología.
La vida al aire libre, recomendada y ansiada los últimos meses, mejorará la existencia de la población rural, menospreciada históricamente, y es esperable que los distintos gobiernos doten a los municipios asentados en el campo de las infraestructuras y empleo necesarias para su desarrollo. La hostelería rural, como exponente del progreso económico en los municipios pequeños, está triunfando ya en 2021.
Portamos la luz de la recuperación en nuestro ADN.
Todos los pueblos del mundo precisan hoy un revulsivo que les devuelva su forma de vida, pero en especial los mediterráneos, acostumbrados al comercio, a la fiesta, al viaje, a la exploración y al intercambio, sin olvidar el contacto físico y la necesidad de reunión. Los habitantes de países bañados por el Mare Nostrum somos seres eminentemente sociales, muy comunicativos, y poblamos una tierra de acogida para migrantes y turistas. Cuando las restricciones a la movilidad y al agrupamiento acaben, el impulso económico que daremos a nuestras ansias de expansión, expresión y crecimiento empresarial será muy notable.
La mirada optimista hacia el futuro no puede hacernos olvidar la desigualdad creciente entre clases sociales ni entre países ricos y pobres. La brecha salarial entre hombres y mujeres también permanece, como la violencia de género, añadida a los anteriores factores de inequidad. Sin duda la extensión al mundo entero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 es una labor pendiente para este primer año de la nueva década.
Estamos sufriendo una catarsis universal, retransmitida en directo, que nos ha llevado, muchas veces, a considerar el inmenso dolor e impotencia de la humanidad en las recurrentes epidemias sufridas, apenas sin fármacos ni, desde luego, vacunas. Poco podemos hacer por nuestros ancestros, pero la prueba de humildad experimentada por la pandemia del coronavirus nos servirá, a partir de ahora, para considerar el estado de bienestar como un bien contingente que debemos afianzar y defender día a día.
En una bonita contradicción, iniciamos el año con gran experiencia del trato intenso de las personas con las que convivimos, lo que ha afianzado o roto relaciones íntimas, pero hemos abierto nuevas pantallas a otras personas lejanas o cercanas con las que no teníamos pensado conversar. El foco en otras empresas, clientes, amigos o alumnos se ha ensanchado totalmente, evitando el coste de transporte en tiempo y dinero, también de hoteles y ocio compartido, tan importante. Estamos seguros de que en algún momento volverán los congresos, los Juegos Olímpicos, las bodas, los viajes de estudios y de negocios, las exposiciones, las clases multitudinarias, las procesiones, las manifestaciones y tantas otras muestras de reunión.
En 2021 se está iniciando la recuperación económica con absoluta cautela, aún sin salir del campo quemado que ha supuesto el año anterior para sectores clave de la industria, como el turismo, la hostelería, las empresas de ocio, las líneas aéreas o la cultura. Por suerte, las telecomunicaciones y la ciencia nos han acompañado en la parálisis y facilitado el aguante del receso. Es asombrosa la capacidad de regeneración de los humanos.
La luz se abre paso. Portemos las linternas juntos. La carrera se ha iniciado.
¿Cuál es tu mayor propósito para el nuevo año?
Puedes compartir nuevos proyectos de vida leyendo los que afrontaron los múltiples personajes de mi libro de relatos “Volando de una ciudad a otra”.
Cuídate mucho.
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