He de confesarle, señora, que vivir saltando de sorpresa en sorpresa se ha convertido en una rutina. Se lo digo porque habrá escuchado cómo a partir de cierto día (no antes) y de cierta hora (con sus minutos y segundos cumplidos), algunas películas infantiles dejarán de serlo. No antes, como le contaba, sino cuando nos digan, y de este modo asistiremos al espectáculo de ver cómo películas que hasta ahora son infantiles dejan de serlo sin moverse de donde están, ¡ahora lo son y ahora no lo son!, y no me negará que lograr este milagro es cosa de muchísimo mérito y virtud, yo diría que hasta de magia. Porque estos sucedidos pasan, en efecto, y aunque a uno no le importan en exceso si se compadece por todas esas personas que no sabrán cómo vivir en esta situación después de haber visto cómo una película infantil, de repente, ya no lo es, que lo que antes era infantil ahora es de adultos con su buena dosis de reparos morales. No me negará que suena turbador e inquietante sentir cómo le arrebatan a más de uno la candidez sabiendo que en realidad, y sin ánimo doloso (nunca daremos suficientemente las gracias a quienes por nuestro bien nos abren los ojos con estas cosas) estaban cometiendo una inmoralidad o, peor aún, algo para lo que aún no existía un nombre ni su correspondiente castigo.
Bien sé que usted es de aldea y ni anda a trompicones ni se junta con alelados, pero no dejará de sorprenderse al escuchar estas noticias, no porque haya películas que dejen de ser infantiles con el amanecer, sino porque descubrirá que antes había películas infantiles y había películas que no lo eran, aunque todo esto, bien pensado, parece lógico y creo que así debe ser. Lo extraño, creo, es que las películas eran infantiles o no según disponía una cierta persona, o varias ciertas personas, que hay ideas que no se le puede ocurrir a una sola sin sangrar mucho, y de ahí mi extrañeza al descubrir que había películas que eran consideradas infantiles sólo porque alguien, que en el infierno esté, dijo que eran infantiles por motivos que nunca se revelaron y no porque fuesen las preferidas por el público infantil, y mire que no le digo que podían ser las que iban dirigidas a un público infantil, que eso es cosa distinta y creo que incierta. No se extrañe entonces que haya quien diga que esas películas no son infantiles, pero sí preocupa saber si en realidad esas películas nunca fueron infantiles, porque eso nos pondría en un aprieto, ¡imagínese descubrir que éramos tan brutos!, o solo lo fueron un poco infantiles (y cuánto de poco), o sí lo fueron pero parecía que no, o al revés, o que siempre fueron de adultos y solo lo sabemos ahora, que ya sería el colmo. O lo contrario. En fin, que no sé qué pensará usted pero uno cree que antes todo era más fácil. Por ejemplo, todos sabíamos lo que estaba bien y lo que estaba mal, que era todo aquello que no estaba bien. Ahora es distinto porque todo está mal, todo, y solo está bien lo que nos vayan diciendo que está bien, que no es mucho pero sí muy bonito (y por lo general más caro).
Esto era lo que quería comentarle, que no hay día en que deja uno de sorprenderse, y por eso hay quien opina que lo que se necesitan para los grandes males de la sociedad es que tengan cura, y yo creo que no entendieron bien esta idea.
Así están las cosas, señora, como siempre estuvieron. Estará usted de acuerdo en que no son tiempos de cuestiones fáciles pero alguien tiene que solventarlas, el futuro de los hijos está en juego y el cine es una parte importante de su formación como personas; por eso, cuanto antes comprendan cómo es la vida antes aprenderán a vivir en ella, antes comprenderán que hay adultos que hacen esas cosas, que si quieren ser felices lo mejor es que sepan cuanto antes que una persona puede hacer una película (o un libro, vaya usted a saber) y que otra persona puede decirle que lo que ha hecho no era, en realidad, lo que debía hacer, y además cobrará por decírselo. Cuanto antes sepan los niños que hay adultos que se dedican a hacer estas cosas con las películas, antes desearán volver a ser tan niños que parecerán adultos de verdad.
Por eso no dejan que los niños se intoxiquen con las películas, saben que con las cosas del cine lo mejor es ser franco.
Cartas a esta señora
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