El Museo Ramón y Cajal es necesario porque se convertiría en el museo de la ciencia española contemporánea. Con Santiago Ramón y Cajal comienza una nueva etapa en la creación del conocimiento. Demostró que nuestro país disponía sobradamente de talento para la investigación científica, técnica y tecnológica. Puso de relieve cómo la ausencia de una política científica ambiciosa, consciente de la importancia del conocimiento para la calidad de vida y el bienestar social, suponía un freno al desarrollo y al crecimiento. La concesión a Ramón y Cajal del Premio Nobel en 1906 dio a la investigación española la visibilidad y el prestigio de los que se hallaba huérfana.
Ahora nadie duda de que la ciencia le sienta bien a la sociedad española, ni de que el sistema de ciencia y tecnología necesita un incremento notable de la financiación pública y privada, amén de un refuerzo de la iniciativa público-privada. El Museo Ramón y Cajal supondría un homenaje a quien tanto hizo y, a la par, un espacio para la divulgación y la generación de cultura científica, para valorizar a tantos hombres y mujeres que han dedicado y dedican su vida al servicio de la sociedad, haciendo ciencia con generosidad y vocación sin límites, aunque habitualmente con recursos escasos, y para reafirmar la voluntad de impulsar sin ambages esta preciada actividad, que nos ayuda a reconocernos como seres humanos.
España contribuyó decisivamente desde el siglo XIII a la aparición de la Universidad, así como a su globalización a partir del XVI. Deben romperse esos tópicos que sitúan la creación y transferencia del conocimiento como valores y objetivos ajenos a nuestras señas de identidad. Santiago Ramón y Cajal simboliza el gran talento que han manifestado tantas personas científicas de nuestro país durante, al menos, el último siglo y medio, con especial repercusión en la actualidad, en universidades y organismos de investigación españoles y de otros Estados. Su genialidad y las aportaciones a la ciencia y la tecnología explican que entidades de todo el mundo se rifen a nuestros grupos de investigación. Por algo será, que no se olvide.
El orgullo legítimo por Ramón y Cajal y el sistema español de ciencia y tecnología ha de traducirse en un compromiso social generalizado por la investigación. El Museo Ramón y Cajal sería el alimento de esa conciencia colectiva.
Enrique Cabero Morán
Presidente del Consejo Económico y Social
de Castilla y León
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