Vino Tinto - Juan Manuel del Valle - Acalanda Magazine - Editorial Amarante

Querido nieto: Abre tus ojos y tus oídos, pues deseo contarte una bonita historia. Déjate llevar por ella, permitiendo que te abrace amigablemente. Así que, siéntate, por favor, y escúchame con atención.

Hace muchos años, cuando tú aún no habías nacido, en este país llamado España, situado —como te habrán enseñado en el colegio— al sur de Europa Occidental y al norte de África, se produjo un acontecimiento político que asombró al mundo: el cambio de un régimen no democrático a otro democrático, de un modo tranquilo y sin violencia. ¿Y cómo se consiguió, me preguntarás? Pues, aunque te resulte increíble, mediante un amplio consenso entre la mayoría de los partidos políticos y los ciudadanos de aquella época. Verás, te daré algunos detalles que te sorprenderán.

Comienzo con una curiosidad: ¿Te has preguntado alguna vez por qué, a veces, utilizamos la expresión “La España del blanco y negro”? Pues, sencillamente, la empleamos para referirnos a una España en la que, desde nuestra perspectiva actual, es percibida del mismo modo en que fue retratada por la fotografía hasta la década de los años 70, es decir, generalmente en blanco y negro. Al mismo tiempo, esta expresión es un eufemismo, es decir, un modo suave o decoroso de manifestar ideas, que sustituye a otra que, dicha de forma recta y franca, podría resultar dura o malsonante. A sí que, “La España del blanco y negro”, alude a un momento histórico de casi 40 años, en el que España estaba gobernada por un régimen dictatorial, sin pluralismo político y ciertos derechos básicos de los que hoy gozamos. Este momento histórico que también conocemos como “Franquismo”, en referencia al nombre del dictador, el General Francisco Franco, tuvo lugar exactamente desde el 1 de abril de 1939, fecha en que anunció la finalización de la Guerra Civil, hasta el 20 de noviembre de 1975, fecha de su fallecimiento.

¿Curioso, verdad? Como ya te comenté en otra ocasión, los colores tienen significados simbólicos y suponen por sí mismos un lenguaje. ¿Recuerdas el significado de las luces de los semáforos? La luz roja de un semáforo significa que los vehículos no deben rebasarlo; la amarilla, precaución; y la verde, vía libre. De igual modo, por los colores sabemos qué partidos políticos se esconden tras el azul, el rojo, el verde, el morado, el naranja o el amarillo. También, por los colores, identificamos a organismos internacionales como la Cruz Roja o los Cascos Azules. Pues, siguiendo con este mismo lenguaje de los colores, “La España del blanco y negro” dio paso a otra en color, tras el fallecimiento de Franco. Decimos que nuestra España actual es colorista porque es diversa desde innumerables puntos de vista, como el arcoíris, ese puente entre el Cielo y la Tierra, tan insólito y de tanta belleza. También como nuestra casa, donde cada estancia está pintada con un color: el beis para el salón; el blanco para la cocina; el amarillo para el despacho; el violeta para los dormitorios; el gris para los baños…

¿Y fue fácil pintar la casa común de todos los españoles? —me preguntarás. Pues, realmente, no. Es que, como podrás imaginarte, cada cual deseaba pintar esta casa del color de su preferencia. Así que, hubo que echar mano de mucha creatividad, actitud mental positiva, paciencia, empatía y altura de miras.

¿Recuerdas lo de al mal tiempo, buena cara pon, y que el que canta sus males espanta? Pues bien, este dicho popular, asociado a la actitud positiva que todos debemos adoptar siempre para superar cualquier problema o vencer una adversidad, fue uno de los recursos que utilizaron las personas de aquel momento, designadas para realizar el tránsito político desde un régimen a otro. Y, además, como estamos en España, un país soleado y de celebraciones, nada mejor que hacerlo con vino pues, como afirma un acertado consejo del refranero popular: “Al vino y al niño hay que criarlos con cariño”.

“Habla, pueblo, habla”, fue una de las canciones de referencia de la Transición, interpretada por el grupo musical “Vino Tinto”: Uno de tantos recursos para alcanzar la concordia entre todos nosotros. Esta canción —preciosa y pegadiza— consiguió dar a conocer a todos los españoles la importancia de votar. Animaba a participar en un referéndum para ratificar la Ley para la Reforma Política: una llave de oro para abrir la puerta de la nueva casa diseñada para todos los españoles, donde cada estancia podría tener un color de preferencia y a nadie se le preguntaría sobre su ideología, religión o creencias.

Vino Tinto

La canción, no cabe duda, consiguió que todo el pueblo español empezara a sentir que él era el auténtico protagonista de su destino, en línea con la afirmación del presidente del gobierno, Adolfo Suárez, de que “El futuro no está escrito, pues solo el pueblo puede escribirlo”.

¿Te animas a cantar el estribillo de esta canción conmigo? ¿Sí?, pues vamos…

Habla, pueblo, habla. Tuyo es el mañana. Habla y no permitas que roben tu palabra. Habla, pueblo, habla. Habla sin temor. No dejes que nadie apague tu voz. Habla, pueblo habla, este es el momento. No escuches a quien diga que guardes silencio. Habla, pueblo, habla. Habla, pueblo, sí. No dejes que nadie decida por ti.

VINO TINTO – Habla, pueblo habla (1976)

¿Y qué ocurrió, te preguntarás? Pues que fue un completo éxito. Tras la aprobación por las Cortes franquistas del Proyecto de Ley para la Reforma Política, en noviembre del 76, se convocó a todo el pueblo español a un referéndum un miércoles 15 de diciembre de ese mismo año. Se nos preguntaba a todos los españoles sobre la aprobación o no de esta Ley que permitía cambiarlo todo. La pregunta planteada fue: “¿Aprueba el Proyecto de Ley para la Reforma Política?”. El resultado final fue la aprobación del proyecto, al recibir el apoyo del 94,17 % de los votantes. Luego, las elecciones generales, cuarenta y un años después de las últimas anteriores, se celebraron alegres y esperanzadas otro miércoles de junio del año 1977 para elegir a los miembros que iban a constituir las Cortes, compuestas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Fue un acontecimiento histórico. Y es que eran las primeras elecciones libres que se celebraban en España desde los tiempos de la Segunda República.

Un año después de estas elecciones —prosiguiendo con el relato— las Cortes Españolas redactaron una Constitución con un amplio consenso, sometida a la aprobación del pueblo español un miércoles 6 de diciembre de 1978. Fue un día lluvioso en buena parte del país, pero la Constitución era aprobada por el 88,54% de los votantes, con una abstención del 32,89%, algo superior a lo esperado para una nueva España en tiempos difíciles, no te creas. Como podrás imaginarte, las anécdotas no faltaron. Al líder socialista Felipe González se le olvidó el cumpleaños de su hijo David y al ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, el carné de identidad. Santiago Carrillo, el líder del partido comunista, acudió a votar con 39 de fiebre, por una tremenda bronquitis. Pero no podía faltar nadie.

¿Final feliz de esta la historia, pensarás? Pues, eso es lo que a la mayoría nos hubiera gustado que hubiera pasado; sin embargo, hubo muchos momentos difíciles, y hasta un incidente dramático pudo acabar con todas nuestras esperanzas. Resulta que, tres años después, el 23 de febrero del año 1981, un golpe militar intentó acabar con la democracia. Se trata de una fecha marcada a fuego en el inconsciente colectivo de los españoles. A este golpe se le conoce con el nombre del “23 de febrero”.

El dramático incidente ocurrió durante una sesión en el Congreso de los Diputados. Verás. En Madrid, a las 18:23 horas, un numeroso grupo de guardias civiles a cuyo mando se encontraba el teniente coronel Antonio Tejero asaltó el Palacio de las Cortes durante la votación para la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, que sustituía a Adolfo Suárez. Los diputados y el Gobierno de España al completo fueron secuestrados en su interior. Aquel fatídico incidente convulsionó todo el país. Hoy, muchos seguimos recordando vivamente la imagen de un guardia civil con un inolvidable bigote, pistola en mano, gritando: ¡Quieto todo el mundo! ¡Al suelo todo el mundo!, una inquietante conminación que derivó en una batería de disparos y otros actos violentos. También hoy, en el imaginario colectivo, sigue muy viva la estampa del presidente del gobierno, Adolfo Suárez, valiente y sereno, de su vicepresidente, el General Gutiérrez Mellado, que resistió que le intentaran derribar, y de Santiago Carrillo, el líder del PCE, firme en su escaño; los tres, con la dignidad de no arrodillarse ante los golpistas. Afortunadamente la negativa del rey Juan Carlos I a apoyar el golpe permitió abortarlo a lo largo de la noche. El propio monarca se aseguró mediante gestiones personales y de sus colaboradores la fidelidad de los mandos militares.

Al día siguiente se produjo una gran manifestación. Una reacción reivindicativa de la mayoría de los españoles y los grupos políticos en favor de la democracia. Un punto de inflexión. Un hecho histórico que allanó el camino para que España se abriera al mundo.

Si me pidieras que te resumiera a la mínima expresión lo que para mí significa la Transición, lo haría con estas tres palabras: Acuerdos, Democracia y Libertad. Tres palabras que invadieron todos los aspectos de nuestras vidas. Las vimos muy presentes, por ejemplo, en la cultura. Yo aún recuerdo el singular movimiento de la “movida madrileña” que se estrenaría poco después, como un aire fresco y nuevo, como si lo de antes no hubiera existido. Pero, bueno, creo que este asunto lo podemos abordar otro día. Ahora debo dejarte, pues he quedado con Juan Manuel del Valle Pascual, uno de los cantantes que puso voz a la histórica canción de la que hemos hablando, “Habla, pueblo, habla”, junto con el resto de sus compañeros del grupo “Vino Tinto”. Hasta que volvamos a vernos puedes ir repasando los 7 puntos más significativos del proceso de la Transición.

Primero: Muerte del General Franco en el año 1975 y toma de posesión de Juan Carlos I, como Rey de España;

Segundo: Nombramiento de Adolfo Suárez como presidente del gobierno el 3 de julio de 1976;

Tercero: Ley de Reforma política; legalización de partidos políticos y convocatoria de elecciones democráticas, en 1977;

Cuarto: Elaboración por las Cortes de una Constitución;

Quinto: Aprobación en referéndum de esa Constitución, el 6 de diciembre de 1978;

Sexto: Fracaso del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981;

Séptimo y último: Consolidación de nuestra democracia.

Juan Manuel del Valle ha publicado recientemente un libro muy sugerente: “Acaso haya esquinas sin embustes (las universidades del 68 y de siempre)”. Se trata de una ficción histórica. Relata cómo los turbulentos años 1968/70 llevan a Daniel Samper de Valencia a Madrid para encontrar, entre mentiras y verdades, la universidad que cambiaría los tiempos, su propia vida y la de toda una generación. La novela se mueve entre el amor, el humor, la historia, la política, la música, la sociedad de su tiempo y un enigma histórico aún sin resolver con aires de «thriller».

Acaso haya esquinas sin embustes – La universidad del 68 y de siempre – Residencia de Estudiantes

Juan Manuel me ha sugerido que nos veamos en la Residencia de Estudiantes de Madrid. A mí me ha parecido una excelente propuesta. Siempre he considerado que los entornos físicos predisponen decisivamente a nuestra mente y nuestro espíritu hacia una determinada dirección. Seguramente, de este principio estaba al corriente el legendario Rey Arturo, creador de la famosa “Tabla Redonda”, una mesa mítica de Camelot, alrededor de la cual el rey y sus caballeros se sentaban para discutir asuntos cruciales para la seguridad de este reino imaginario y donde, según algunas versiones, el mago Merlín también tenía un asiento. También, probablemente, lo conocía el agustino Fray Luis de León, convencido de que, para alcanzar la paz de espíritu hay que huir del mundanal ruido. ¡Qué descansada vida —escribió— la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!

Así pues, siguiendo este principio del entorno, la Residencia de Estudiantes de Madrid me ha parecido un lugar ideal para la reflexión y la introspección. Podemos considerarlo como un Templo del Saber. Fue fundada en 1910 por la Junta para Ampliación de Estudios: una plasmación de las ideas renovadoras que había iniciado en España el krausista Francisco Giner de los Ríos, con la fundación en 1876 de la Institución Libre de Enseñanza. Inicialmente se concibió como un complemento educativo de la universidad, con el fin de que se formaran los hijos de las clases dirigentes liberales. Desde el año 1910 al 1939 fue uno de los principales núcleos de modernización científica y educativa de España. En nuestros días, el conjunto de pabellones que lo conforman fue declarado, en el año 2014, Patrimonio Europeo.

Metidos ya en harina, le hago la primera pregunta obligada. Juan Manuel: ¿Qué te motivó a escribir “Acaso haya esquinas sin embustes”? Sus casi tres décadas como Director de la Asesoría Jurídica de la Universidad Politécnica de Madrid le ponen automáticamente en modo jurista y me contesta —con el fin de contextualizar— que la universidad es el campo de siembra y laboratorio de la sociedad, donde surgen y se prueban las ideas con las que se construyen las personas; la cuna de la inteligencia creativa, la sangre del saber y el contraste de ideas; luego, me comenta con pasión que ha tratado de describir con esta obra unos tiempos difíciles, con una juventud emergente, reventona de ideales, junto con una sociedad decadente, dentro de un mundo inmerso en profundos cambios.

—Muy interesante —le comento, interrumpiendo su disertación. Inmediatamente retoma su hilo argumental y me dice:

—La democracia que tenemos ha salido en buena parte de las aulas, de los colegios mayores; de una juventud vitalista insatisfecha con el mundo que va a heredar y que considera que es conveniente cocinar otro distinto. En fin, en la universidad se ha fraguado la democracia mediante un fructífero debate dialéctico.

Bien, pero… ¿cómo se puede contar esta realidad de modo que sea atrayente para el lector de hoy?

—Conviene contarlo de una manera divertida —me comenta—, con personajes interesantes donde se mezcla la realidad con la ficción, lo serio con lo entretenido. Evidentemente, una obra de este tipo contiene también una profunda reflexión sobre ciertos valores que una sociedad robusta debe tener siempre presentes.

—¿Cuáles? —le pregunto intrigado.

—Mi conocimiento de la realidad universitaria me ha llevado a afirmar que la universidad es refugio de muchas virtudes; también, siendo rigurosos, de defectos, si bien, muchos pensamos que pesan más los primeros que los segundos. Por ejemplo, la versión española del movimiento universitario del mayo del 68 fue un horno donde se comenzó a cocinar el interesante proceso de la Transición.

—Sí, yo lo creo así también. De hecho, históricamente, y de un modo especial en nuestro mundo contemporáneo —comencé a argumentar—, la Universidad ha sido un foro para la reflexión y la actividad política; una especie de cantera de donde han surgido los intelectuales y los dirigentes que colaboraron en la modernización de los países. De ahí que las universidades y las dictaduras hayan mantenido una tensa relación a lo largo del siglo XX.

—En efecto. No cabe ninguna duda de que el Movimiento Estudiantil Universitario durante las décadas de 1960 y 1970 —me reafirmó mi interlocutor— fue un instrumento crucial de creación de espacios de libertad en la España de la dictadura franquista.

—¡Qué tema más interesante! —exclamé. Desde mi época como estudiante de Derecho en la Universidad Complutense me he interesado por la apasionante cuestión de los movimientos estudiantiles. Según tengo entendido, fueron los partidos ilegales y clandestinos (especialmente, el Partido Comunista de España) los que comenzaron a organizar a los intelectuales y a los estudiantes universitarios en la universidad madrileña. También, que los graves enfrentamientos entre estudiantes de aquella época se saldaron con la muerte de un joven falangista y la detención de buena parte de los organizadores de la protesta. Las consecuencias políticas no se hacen esperar: Franco cesa al Rector de la Universidad de Madrid, Pedro Laín Entralgo, y al Ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez, al considerarlos excesivamente liberales.

—Indudablemente, José Antonio, este primer choque con la estructura oficial de la universidad, pese a su carácter incipiente, daría un fuerte impulso al Movimiento Estudiantil en los años siguientes.

—Cierto, Juan Manuel. En este sentido la labor del Sindicato Español Universitario (SEU), creado durante la Segunda República por José Antonio Primo de Rivera, fue crucial. Desde 1943 tenía la condición de órgano universitario y era obligatoria la afiliación al mismo para quienes quisieran acceder a la formación superior y obtener becas; después, como bien sabes, a partir de los años 60, comienza la penetración de estudiantes con inquietudes democráticas en las filas del SEU, impulsándolo con actividades culturales, creación de boletines y revistas que, en cierto modo, escapaban a la censura; también publicando encuestas e informes críticos sobre la marcha de las clases en las aulas universitarias, siendo elevados a las autoridades académicas. Pero es que, además, se inician contactos con obreros y campesinos a través del “Servicio Universitario del Trabajo” (sector especializado del SEU), que, al parecer, constituyeron formas diversas de concienciación, de construcción y de práctica de ciudadanía democrática.

—Efectivamente. En aquellos años se produce una clara dialéctica entre las viejas estructuras del Régimen, inmersas en el SEU y el incipiente movimiento estudiantil, nacido al abrigo del despegue económico del país; un movimiento que comenzaban a interrelacionarse con el movimiento obrero, influido a su vez por los partidos políticos de la oposición; y que van creando la idea y la convicción de que la situación de la universidad y del país podía y debía cambiar.

—Por cierto, que uno de los más significativos dirigentes de este sindicato universitario fue Jesús Aparicio-Bernal. Auspiciado por Manuel Fraga, entonces Ministro de Información y Turismo, este jurista llegó a ser Director General de RTVE, desde el año 1964 al 1969. Durante esta etapa incorporó para su equipo de trabajo en RTVE a antiguos colaboradores del SEU, de la talla de Adolfo Suárez, Rodolfo Martín Villa, Juan José Rosón, Jesús Sancho Rof, Eduardo Navarro y otros. Personajes que, como muy bien sabes, fueron determinantes durante la Transición política española; una información que nos confirma el papel fundamental de la universidad española en los cambios sociales y políticos que tuvieron lugar en España desde los años 60. Y ahora que hemos pronunciado la palabra clave “Transición” te pregunto: ¿Qué es y qué significa para ti la Transición política española, Juan Manuel?

La Transición ha sido para mí uno de los momentos más fructíferos de la historia de España; un tiempo en el que prevaleció la necesidad de entenderse sobre la de disentir; de escuchar y comprender al adversario; en que las discordias no llegaron a mayores por el valor humano de los personajes que la hicieron posible; por comprender las ideas de los demás, por saber que los maximalismos son un error; y que, juntos, se construye mejor que en solitario.

—¿Qué papel representó vuestro grupo “Vino Tinto” dentro de aquel contexto político tan convulso?

—“Vino Tinto” era un grupo murciano; por lo tanto, de provincias. Por aquella época nuestro grupo no estaba políticamente posicionado de un modo especial. Vinimos a Madrid con la tarjeta de presentación de una buena representación anterior dentro “La Gran Ocasión”, un programa de Televisión Española que, curiosamente, dirigía por entonces Adolfo Suárez.

Juan Manuel del Valle

—¡La Gran Ocasión! —exclamé. Lo recuerdo perfectamente. Lo presentaba Miguel de los Santos. Se trataba de un concurso de descubrimiento de jóvenes talentos para el mundo de la canción. El espacio alternaba las actuaciones de los aspirantes a estrella con la presencia de cantantes consagrados, como Nino Bravo, Massiel, Víctor Manuel, Rocío Jurado, Mari Trini, Chavela Vargas, Juan Pardo, Carmen Sevilla o Mocedades. En la parte humorista aparecían figuras de la talla de Tony Leblanc. Para mí, este programa musical, es uno de los antecedentes —junto con “Salto a la fama” y “Gente joven” —de “Operación Triunfo”.

—Fue un gran programa, no cabe la menor duda. De él salieron grandes artistas como Isabel Pantoja, una de las grandes de la copla; Sergio de Salas, excelente barítono de gran proyección internacional; o Ricardo Jiménez vencedor de la primera edición de este programa en 1972, un cantante de Pontevedra afincado en Madrid que, posteriormente, se dedicaría a la zarzuela y a la ópera. Y, bueno, modestia aparte, también nosotros: “Vino Tinto”.

—… Así como emblemáticas presentadoras de la popularidad de Marisa Abad —comenté tratando de arrimar el ascua a mi sardina. Luego, hice la pregunta obligada: ¿Qué crees que pudo simbolizar “Vino Tinto” para la España de aquel histórico momento?

—Yo creo que “Vino Tinto” pudo simbolizar el futuro de una nueva sociedad, abierta, que precisaba de gentes de todas partes. De ahí que nuestra canción más popular, “Habla, pueblo, habla” se acogiera favorablemente, como algo de todos, neutral y esperanzadora. El gran escritor Manuel Vázquez Montalbán llegó a afirmar que nuestra canción sirvió para ganar un referéndum.

—¡Ahí es nada.! Y es que no estamos hablando de cualquier referéndum, sino del que propició que quedara expedito el camino hacia la democracia plena en España. Y, por cierto: ¿Cuál fue tu papel dentro de este grupo?

—Yo procedía de otro grupo, “Aguaviva”. Interpretábamos poemas de poetas españoles como Blas de Otero, Federico García Lorca, Rafael Alberti o León Felipe. Como puedes suponerte, algunas de nuestras canciones fueron censuradas y prohibidas por el Régimen franquista. Me incorporé a “Vino Tinto” cuando se trasladó a Madrid, con el marchamo de haber participado en el programa televisivo “La Gran Ocasión”, como voz, guitarra y compositor; eso sí, dejando la puerta abierta a cantar canciones de otros como “Habla, pueblo, habla”, nuestra canción más popular, la que sigue permaneciendo en el imaginario colectivo.

—¡Un bombazo musical! Que decimos, utilizando la jerga musical —fue mi particular valoración.

—Una canción que ha transcendido nuestras propias fronteras —apostilló él. En Panamá, por ejemplo, se usó como un símbolo de libertad, y hoy sigue muy viva en las mentes de los panameños.

—Ya lo creo, Juan Manuel. El siguiente recorte de prensa de la época habla por sí solo de este gran éxito. Te leo: “Vino Tinto”, los cantantes que han grabado el reclamo músico-vocal del referéndum se han convertido, de la noche al día —en justa compensación —en las personas más mimadas de RTVE: en sólo tres días han aparecido en imagen no menos de seis veces (dos de ellas en directo), e infinitas “in voce”. Suponemos que se nos va a oír bastante, ha manifestado con admirable candidez uno de ellos ante las cámaras, y que esto nos va a hacer resurgir bastante.

—Sin duda que fue un gran éxito esta canción, catapultando a “Vino Tinto” a la fama. Pero, como bien sabes, José Antonio, no todo es oro lo que reluce. Nosotros tratamos desde el primer momento de desentendernos de su contenido y utilización. De ahí que, Guillermo, uno de nuestros compañeros del grupo, saliera al paso y comentara públicamente que el grupo no se consideraba involucrado ni comprometido en la campaña de este referéndum. Además, dejó muy claro que cada uno de los miembros del grupo éramos libres de votarlo o no.

—Sin embargo, tengo entendido que algunos no apreciaron vuestra sincera neutralidad…

—Cierto. De hecho algunos nos dijeron de todo, menos bonito: vendidos, que estábamos condenados a cantar en el Frente de Juventudes y otras lindezas más gruesas que, por decoro, no reproduzco en estos momentos. Nosotros, entonces, nos defendimos respondiendo amablemente, que tendrá que ser el gran público el que nos juzgue por nuestro trabajo musical en su conjunto y no sólo por esta canción que, con la perspectiva del tiempo, sirvió a un noble propósito: animar a votar, algo absolutamente imprescindible en democracia.

—¿Y hacer caja?, le pregunté con cierta ironía a mi interlocutor. Una pregunta que no hubiera deseado hacer, porque pensaba que se extralimitaba del ámbito y el espíritu de esta conversación. Pero, ya saben, el espíritu es fuerte, pero la carne débil… y aún más la curiosidad.

—¡No! —me respondió rotundamente. El grupo “Vino Tinto” aceptó este trabajo como punto de partida de su próximo lanzamiento o, mejor dicho, relanzamiento discográfico. Puedo asegurarte, José Antonio, que no percibimos esas cantidades de las que se hablaban en los tabloides de aquel momento.

—Te creo completamente, Juan Manuel. En este caso, el dicho de “hacer una cosa por amor al arte” encaja como anillo al dedo en esta cuestión de los emolumentos por vuestro trabajo musical. Pero, oye, cuéntame, cómo surgió la idea de esta canción tan emblemática.

—Pues, te voy a sorprender. Tiene mucho que ver con el género publicitario.

—Cuenta, cuenta, que esto me interesa mucho. Como sabes, el mundillo publicitario no me es ajeno. Además de mi experiencia como productor audiovisual y periodista en RTVE desempeñé el puesto de Delegado Comercial, un trabajo que me permitió estar en contacto con grandes anunciantes y empresas de publicidad.

—Pues en este caso, allá voy. “Habla, pueblo, habla”, fue creada por la agencia de publicidad “Clarín”, un referente en el sector publicitario. Fue fundada en el año 1950 por Juan Manuel García de Vinuesa en sociedad con Torcuato Luca de Tena. Se cuenta como anécdota graciosa que ambos emprendedores encontraron y alquilaron con el dinero que llevaban encima, «oficina con secretaria», en la calle Hortaleza 20, por la que en ese momento transitaban.

—¡Vaya!, un modo muy curioso de comenzar la exitosa andadura de la agencia Clarín —comenté.

—Ciertamente. Torcuato Luca de Tena, miembro de la conocida familia Luca de Tena, ocupó la dirección de la empresa familiar ABC entre 1962 y 1975. Por lo tanto, es una figura clave para entender los entresijos de la Transición. Durante estos trece años mantuvo una estrecha relación con políticos tecnócratas del renombre de Gonzalo Fernández de la Mora —a quien, por cierto, incorporó como editorialista y jefe de colaboraciones de ABC —o Laureano López Rodó, promotor de la conveniencia de aplicar la Ley de Sucesión y la designación de Juan Carlos I en el entorno de Carrero Blanco. Intervino en política como Procurador en Cortes durante el Régimen franquista desde 1964; ahora bien, con una cierta actitud irónica, que reflejaba en sus crónicas como periodista. Juan Manuel García era un hombre polifacético: ingeniero, jurista, militar, técnico de publicidad y creatividad, periodista y, por supuesto, empresario. Llegó a ser Jefe del Gabinete de Información y Difusión de RENFE, impulsando las primeras campañas publicitarias de RENFE y Consejero Delegado del periódico “El Alcázar”, uno de los principales periódicos editados en Madrid durante la década de los años 60.

—Interesantes, muy interesantes los detalles que me acabas de aportar en torno a la agencia Clarín. Yo creo que daría para tesis doctoral la cuestión del papel que jugó la prensa y la comunicación publicitaria en el proceso político de la Transición. Esperemos que, algún día, alguien se atreva a hincarle el diente a este tema, abordándolo en profundidad. ¿Dónde estábamos, por cierto? ¡Ah, sí! me comentabas que, inicialmente, “Habla, pueblo, habla” fue, en realidad, una creación publicitaria.

—Debemos atribuir a los publicitarios Manuel García Cuadrado, La Iglesia y Luis Figuerola Ferreti, publicitarios de la agencia “Clarín”, la autoría de este tema. Figuerola Ferreti compuso —entre otras hazañas profesionales— el famoso e inolvidable tema publicitario navideño de «Las muñecas de Famosa se dirigen al portal…»; y luego formaría dúo humorístico con el conocido humorista, presentador de radio y televisión, Javier Capitán. Por su parte, García Cuadrado, creador de la tercera parte del texto, ha defendido claramente que la idea de hacer esta canción fue de su agencia y no del patrocinador; también que se eligió este medio —la canción— por su factor de aprehensión, por creer que era un facilitador con la capacidad de hacer comprensible para todo el mundo el mensaje de promover la importancia de ir a votar el referéndum del 15 de diciembre de 1976.

—Entendido… ¿Y la música? ¿Quién puso la música al texto? —pregunté con curiosidad.

—Esta tarea le fue encomendada a Álvaro Nieto, ex-miembro de “Los Pasos” y de “La Compañía”, así como productor discográfico de grupos como “Desmadre-75”. Según declaró él mismo a la prensa, de lo que se trataba era de elaborar únicamente un single de 30 o 45 segundos; luego, como el tema gustó mucho, se pensó en hacer una canción, con la perspectiva de su comercialización. Y aquí entramos nosotros, “Vino Tinto”.

—Pues llegados a este punto… ¿qué te parece si tomamos un vino tinto? —le pregunté con cierta ironía para hacer más distendida la conversación, porque —añadí— como dice un proverbio popular “Nada puede ser más frecuente que un vaso de vino ocasional”.

—O también —fue su respuesta a mi envite— como escribió Pablo Neruda, en su famosa “Oda al vino”: ”El vino mueve la primavera, crece como una planta la alegría, caen muros, peñascos, se cierran los abismos, nace el canto”.

—Y para rematar la faena —comenté tratando de redondear la reflexión vinícola —como escribió Ortega y Gasset: “El vino da brillantez a las campiñas, exalta los corazones, enciende las pupilas y enseña a los pies la danza”. Así que, sigamos por el sendero del vino, pero no de uno cualquiera, sino el que nos atañe en estos momentos: “Vino Tinto”.

—Pues “Vino Tinto” se presentó como grupo en un festival de músicas populares de la Universidad de Murcia en noviembre de 1970, poco después del emblemático mayo francés, con el interés por la música popular y con sabia del “altiplano” murciano. Tres de sus fundadores, Marita, Pascual y Pepe habían nacido en Yecla, Guillermo en Jumilla, Chema en Murcia, y Salvador en Alhama. Cuando tuvieron un repertorio consolidado, César Oliva, mítico director del Teatro Universitario de Murcia, les preparó una escenografía para el café teatro “La Habana”, de Murcia, donde cosecharon un éxito inesperado y sorprendente para ellos. Poco después, en mayo del mismo año, estuvieron presentes en el Festival Universitario de Toledo. A partir de ahí se sucedieron las actuaciones por toda la geografía española, en residencias universitarias, colegios mayores, salas de conciertos, clubs populares y festejos varios. Y, en 1972 vino el contrato con la casa de discos EMI–Odeón, tras la intervención en el concurso televisivo “La Gran Ocasión”, que catapultó al grupo a la fama.

—Tu incorporación fue, según me has comentado, cuando pasaron por “los madriles”…

—En efecto, la primera generación del grupo, muy centrada en el “folk”, en la que la mayoría de los primitivos componentes optaron por seguir diferentes caminos profesionales, dio lugar a una segunda, siempre con Pepe Ruiz (hasta que nos dejó en 2010) y Guillermo Duarte como genuinas almas del proyecto. Durante esta segunda etapa se incorporan Pilar Carrasco, Flora Pino, un servidor y otros músicos que grabaron un segundo LP y han ido manteniendo el nombre del grupo y su presencia en escenarios especializados, prácticamente hasta la actualidad. Con el movimiento de “Pioneros del Folk” se abrió de nuevo el proyecto de revitalización de la presencia de “Vino Tinto” en el panorama musical español; pero ésta ya es otra historia… que está por escribir.

—¿Alguna anécdota o curiosidad? ¡Dígala, o calle para siempre, reverenciado profesor y admirado artista! —pregunté y exclamé al mismo tiempo.

—La digo, porque la hay y es digna de mención. Como puedes imaginarte, anécdotas e incidentes siempre hay muchos en la vida de un grupo de personas que recorren un tiempo turbulento. Quizás, una de las más reseñables surgió a propósito del tema “América, América”, que fue grabado por “Vino Tinto” antes de que las compañías discográficas decidieran que lo incorporara a su repertorio Nino Bravo, tras sus éxitos con “Libre”, o “Un beso y una flor”. Creo que vale la pena escuchar las dos versiones, como curiosidad histórica.

—Ya lo creo que merece la pena —comenté. La canción “América”, interpretada por Nino Bravo es todo un hito musical, no solo para España sino para el mundo. La hemos escuchado tantas veces que la tenemos grabada profundamente en todas nuestras mentes y en todos nuestros corazones. Es pronunciar “América” y cantar automáticamente su inolvidable estribillo: “América, es América». Todo un inmenso jardín, eso es América. Cuando Dios hizo el edén, pensó en América”. Así que, será para mí un inmenso placer escuchar vuestra versión, la de “Vino Tinto”.

América América – Vino Tinto – 1º Versión antes de Grabarla Nino Bravo 1972

—¡Un placer y un descubrimiento! —sentenció. Verás. Cuando “Vino Tinto” grabó “América, América”, propuso cambiar la frase de «… cuando Dios hizo el Edén pensó en América», por la de «… un desierto y un jardín, eso es América». Sin embargo, a pesar de ser aceptado este cambio por los autores, Herrero y Armenteros, no obtuvimos —muy a nuestro pesar— la exclusividad. Por cierto, que a Nino Bravo —que la había grabado antes que nosotros— no le terminaba de convencer. Ya sabes, paradojas de la vida o curiosidades de la historia. Pero —y aquí entra el fuerza del destino— al ser el único tema que tenía grabado de él la casa discográfica, antes de fallecer en el trágico accidente de circulación que convulsionó a toda la sociedad española, fue lanzando con el consiguiente éxito mundial. Evidentemente, la versión de Nino Bravo eclipsó a la nuestra.

Y otra curiosidad. Nosotros, “Vino Tinto”, además de mantener lo grabado, con las mismas bases musicales, compuso otra canción completamente diferente en letra y música, bajo el nombre de «Despierta América», con música de Ramón Arcusa —el del Dúo Dinámico—, que era nuestro productor musical. Por cierto, tenemos el honor de ser los primeros artistas producidos por él antes que otros, de la talla de Julio Iglesias.

Vino Tinto. Actuación tierra querida

—¡Qué interesante! Y, ahora, si te parece, hablemos un poco de ti —comenté cambiando de tercio. Y puedes estar tranquilo a este respecto porque no voy a hacerte la pregunta de Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina: ¿Y en el asunto de mujeres cómo te trata la vida? Para que tú me respondas: “me defiendo, me defiendo, como gato panza a arriba”.

—Ja, ja, ja… ello me tranquiliza y no poco, que yo soy muy celoso en lo que respecta a mi vida privada.

Pues verás. Un buen día decidí dar por concluida mi etapa musical —sin olvidarla— emprendiendo un nuevo sendero vital: el del derecho y la educación.

En mi cuenta de Linkedin he escrito que la titulación de la Licenciatura en Derecho me la otorgó la Universidad Complutense de Madrid, pero que la paliza de estudiar me la di luego. Durante casi 30 años desempeñé el cargo de Director de la Asesoría Jurídica de la Universidad Politécnica de Madrid —quien más tiempo ha desempeñado esta función en la función española contemporánea— hasta que me destinaron al Área de Apoyo a la Innovación Tecnológica en el campus de Montegancedo. Antes, durante un breve tiempo, había trabajado como Secretario de Sala de la Audiencia Territorial de Madrid.

Como educador, te indico que comencé a escribir sobre cuestiones jurídicas en la revista “Escuela Española”. Luego he tenido ocasión de infundir la pasión por lo jurídico como conferenciante, impartidor de cursos, seminarios y publicaciones. He creado, junto con otros responsables de Derecho Universitario la “Asociación para el Estudio del Derecho Universitario (AEDUN)” que, por cierto, cuenta con un himno (compuesto por mí, medio en serio, medio en broma) cantado y tocado.

—Bueno, bueno, no cabe duda, Juan Manuel que eres todo una caja de sorpresas. ¿Y dónde se puede escuchar este himno? —pregunté con enorme curiosidad.

Asociación para el Estudio del Derecho Universitario (AEDUN)

—Está colgado en la página web de esta asociación. En estos momentos ya es conocido por Iberoamérica, a través de la Red Iberoamericana del Derecho Universitario (RIDU); y, bueno, hay que destacar que, cuatro de estas personas que han sido las precursoras de estos espacios del debate universitario, hemos obtenido un importante reconocimiento por este trabajo: La Orden de Alfonso X, el Sabio.

Juan Manuel del Valle
Don Antonio Arias, Don Juan Manuel del Valle, Doña Ana Caro y Don José Ramón Chaves

—Pues… ¡mi enhorabuena!. Siempre he creído que los reconocimientos son un guiño que te hace la vida por confiar en ella, por aceptarla como es y haber aprendido las lecciones que te ofrece. ¿Y ahora… a qué dedicas tu tiempo libre, siguiendo la letra de la canción de José Luis Perales?

—En estos momentos, como bien sabes, estoy jubilado, tras más de cuarenta años de servicio público de carácter jurídico. A este balance debo sumar la impartición de algunos cursos y talleres, así como conferencias y publicaciones, tanto en España como en Europa. Una experiencia vital que me ha permitido descubrir la utilidad del derecho para ayudar a la gente con problemas.

—… que como ha escrito sobre ti a propósito de tu jubilación, José Ramón Chaves —apostillé— uno de los juristas más apasionados y vitalistas que yo conozco, en su blog “delajusticia.com”:

“Atrás quedan los expedientes, las horas enfrascado en problemas administrativos, el teléfono canalizando órdenes de abajo arriba o a la inversa, los libros amarillentos, las entrevistas a puerta cerrada para solventar problemas y los pasilleos y las esperas o las participaciones en sesiones de órganos colegiados, unas tediosas y otras tensas, según se terciaba. Las horas muertas, las horas vivas, las moribundas, las de zafarrancho por los tirones políticos, las de angustia o sueños…”

La Universidad huérfana ante la jubilación de Juan Manuel del Valle Pascual
Homenaje a Juan Manuel del Valle: jurista y maestro
Don Antonio Arias, Don José Ramón Chaves, Don Suso Graña, Doña Ana Caro y Don Juan Manuel del Valle,

—Así es. Pues como ha escrito también en este artículo que citas: “La administración, como Saturno, acaba devorando a sus hijos. Y convierte al funcionario en una pieza más del engranaje, que se utiliza, y cuando se desgasta, se repone”. No obstante, aun comprendiendo que esto es así, mi lema profesional, inspirado en una famosa frase de J. F. Kennedy ha sido: No preguntes a la administración que puede hacer por ti, sino qué puedes hacer tú por tu administración.

Los diez pecados capitales de los empleados públicos (Leyenda y realidad de una tribu universal)

—Excelente lema que todos deberíamos de adoptar. Estoy convencido de que seguirá bien arraigada en tu corazón en tus nuevos menesteres; porque, como bien sabemos, la vida sigue, siempre sigue, y tu forma inquieta de encarar la vida, te estarán empujando a dar el siguiente “golpe”, ja, ja, ja (musical o de otro tipo, aclarémoslo).

—Haces bien en puntualizar lo de mi siguiente “golpe”, pues esta palabra evoca emociones negativas como impactos, roturas, toma por la fuerza del poder político, robos… mi siguiente “golpe” (ja, ja, ja) es edificante. Estoy actualmente inmerso en diversas iniciativas colectivas, además de seguir abordando ciertos asuntos universitarios y jurídicos y desarrollando mi faceta de escritor, desde otros ángulos.

Juan Manuel del Valle

—¿Me puedes comentar alguna de esas iniciativas colectivas?

—Sí, claro. La Junta Directiva de la Asociación de Pioneros Madrileños del Pop, que acoge a músicos de los años 60/70 del pasado siglo, es uno de ellos. Creo que la música, no solamente la clásica, sino también la popular, es una manera de educar a la juventud, un medio de infundir valores profundos, algunos de los cuales hicieron posible, por ejemplo, que todos los españoles transitáramos por espacios de libertad y pluralidad.

—De acuerdo con estos valores profundos que sugieres: ¿Qué le aconsejarías a cualquier político de nuestros días?

—Pues, muy sencillamente: que trate de hallar el punto de encuentro con su oponente; que se centre en servir antes que en servirse; que tenga altura de miras, guiando su mirada hacia el futuro, pensando en satisfacer las verdaderas necesidades de los ciudadanos; que, en el debate político utilice un lenguaje moderado, de concordia y conciliación, del que tanto hizo gala nuestro primer presidente del gobierno democrático, Adolfo Suárez. Y, finalmente, que sea el diálogo y no la confrontación lo que prime en todas sus actuaciones políticas.

—Por cierto, Juan Manuel, ya que citas a Adolfo Suárez: ¿Le votaste?

—Pues, verás, José Antonio. Este país, como bien sabemos, es muy ingrato con sus grandes hombres y mujeres. En este sentido, te confieso que, aunque siempre he respetado y admirado a Adolfo Suárez por su encantadora personalidad y magna labor de concordia entre todos los españoles, no le voté. Sí, en efecto, no le voté.

—Bien. El corazón tiene razones que la razón ignora, por lo que no te preguntaré por qué no le votaste —comenté de modo comprensivo. Luego, tirando de sentido del humor y la disposición de rebajar algo la solemnidad generada por la pregunta sobre su sentido del voto (quizás una impertinencia por mi parte), comenté:

En todo caso, creo que, con toda seguridad, serás absuelto por la autoridad, humana o divina que corresponda, apelando a la sentencia del conocido refrán español de que, “pecado confesado, medio perdonado”.

—Bueno, esto me tranquiliza —me comenta, siguiendo estoicamente mi retranca.

—Además, si te sirve de consuelo —sentencié, no fuiste el único. Te recuerdo que, durante la noche de las elecciones municipales y autonómicas de 1991, Adolfo Suárez pronunció una de sus últimas frases célebres. Fue en su despacho, una habitación señorial del palacete que su partido tenía alquilado junto a la Puerta de Alcalá, en Madrid. En este entorno, rodeado de sus fieles, casi con lágrimas en los ojos, desconcertado por los malos resultados obtenidos en aquellas elecciones, dijo: “A mí me quieren, pero no me votan”.

José Antonio Hernández de la Moya y José Francisco Adserias Vistué en EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN.

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