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Jane Eyre (1847) y la Santa Trinidad Femenina

La novela Jane Eyre de Charlotte Brontë fue publicada en el año 1847. La idea elemental es demostrar la influencia de los textos bíblicos de la religión Judeo – Cristiana sobre la imaginación de la autora Charlotte Brontë para la creación de los personajes principales.

La novela gótica Jane Eyre de la autora Charlotte Brontë (1816-1855) fue publicada por primera vez en el año 1847 bajo el pseudónimo “Currer Bell” por Smith, Elder & Company. El título original de la obra era Jane Eyre: una autobiografía, y la inmediata celebridad e inesperada difusión del libro, encumbraron a su autora como una de las más brillantes novelistas victorianas de la época en lengua inglesa. En la actualidad, Jane Eyre es considerada un clásico de la literatura universal.

La idea elemental de este estudio es demostrar la influencia de los textos bíblicos de la religión Judeo – Cristiana sobre la imaginación de la autora Charlotte Brontë para la creación de los personajes principales. En consecuencia, originando la imagen y alegoría de la Santa Trinidad Femenina.

Fotograma de la película Jane Eyre (2011)

En primer lugar, identificamos como heroína de dicha historia a Jane Eyre, quien subvierte el clásico arquetipo de la heroína mártir al soportar y romper con el castigo y abuso ―tanto físico como psicológico― al que se ve sometida a diario por parte de la familia Reed. Tal y como indica la teórica Marcia R. Lieberman en su trabajo, Some Day my Prince Will Come: Female Acculturation through the Fairy Tale (1972), la característica principal que rige la naturaleza de tales protagonistas es que adoptan una actitud penitente y silenciosa frente al suplicio y la violencia. Sin embargo, la heroína del XIX supone la reescritura de semejante prototipo, pues se rebela contra sus agresores y logra huir de la casa de maltrato en la que era terriblemente infeliz. Por ello, el símbolo de la hija huérfana que derrota a la crueldad y vence a la inmoralidad por medio de muestras de bondad y por la fortaleza de su espíritu representa el aspecto principal que constituye la Santa Trinidad Femenina.

¿Qué cómo me atrevo? ¿Cómo me atrevo, señora Reed? Porque es la verdad. Usted cree que no tengo sentimientos y que puedo vivir sin amor y bondad, pero no es así y no tiene usted compasión. Recordaré cómo me volvió a encerrar cruel y violentamente en el cuarto rojo, aunque desfallecía, me moría de pena, y gritaba: << ¡Piedad!, piedad, tía Reed!>> (Charlotte Brontë: 2016, 55).

En segundo lugar, la cualidad de la madre celestial es personificada en la novela romántica por la luna, puesto que es el elemento más próximo a la “madre” que escolta y protege a Jane Eyre desde la etapa de la infancia. La luna es el amor maternal y presencia santificada que se manifiesta en escena para advertir a la joven de los peligros y amenazas que existen en la mansión de Thornfield. La protagonista encomienda a dicha entidad celestial las dudas y vicisitudes experimentadas, al igual que sus miedos y pensamientos más íntimos, mas es conocedora del camino que debe escoger gracias al férreo vínculo espiritual y místico que comparten.

Fotograma de la película Jane Eyre (2011)

Por otro lado, en el capítulo XXV se relata la célebre contemplación de la luna de sangre. Imagen que representa el crimen del anti – héroe Edward Fairfax Rochester y su inmediata perdición. El astro observa con recelo y preocupación a la heroína, la cual interpreta la extraña aparición carmesí como una clase de advertencia y presagio, y es que a partir de semejante momento comienza a tener una serie de visiones y pesadillas que provocan que proceda con extrema precaución y desconfianza.

Apareció de pronto la luna, de un rojo sangre y medio cubierta de nubes, en la porción de cielo que veía en la hendidura; pareció echarme una ojeada perpleja y cansada, tras lo cual se volvió a hundir en una gran masa de nubes […] Tuve otro sueño, señor: que Thornfield Hall era una ruina desolada, refugio de murciélagos y lechuzas […] el muro se desmoronó; me sobresalté; el niño se cayó de mis rodillas; perdí el equilibrio, me caí y desperté (Charlotte Brontë: 2016, 395, 403, 404).

La madre en el paraíso y la hija penitente sugieren dos de las tres premisas que componen la Santa Trinidad Femenina. La última a la que voy a hacer referencia es la del espíritu santo a través de la función y figura del pájaro.

El elemento alegórico del ave actúa de manera incesante desde el inicio de la novela simbolizando las emociones y pasiones de la protagonista a lo largo de las diferentes etapas de su vida. Los pájaros son percibidos de forma discreta en la porcelana de la bajilla o en las ilustraciones de tomos de libros, no obstante, proclaman su entrada en relevantes escenas mediante el canto. El canto de los pájaros posee el poder de indicar no únicamente el estado anímico de los personajes, sino de perfilar los acontecimientos que están por ocurrir. De modo que Jane Eyre también distingue la influencia y presencia del espíritu santo como lo hiciera con su madre divina.

En definitiva, la hija huérfana, la madre celestial y el canto de los pájaros son la representación del hijo, el padre y el espíritu santo, confeccionando como ha sido demostrado en la obra de Charlotte Brontë la eficacia y el imaginario de la Santa Trinidad Femenina.

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