Acalanda Grupo de Música Rock

YO, ABO. Capítulo 13: La fuerza del destino.

«Pertenezco una generación en la que nuestras primeras citas fueron anteriores a Facebook, Tinder o Instagram”

—Hola, mamá. Ya estoy de vuelta. Era, como te puedes imaginar, Paula. Me subí a mi habitación para hablar un poco con ella y darle las gracias por el regalo.

—Me lo he imaginado. ¿Y qué tal?

—Bien, mamá. No me había podido devolver la llamada porque se había ido a dar un paseo con su perro Danko, dejándose el teléfono en casa. Hemos quedado esta noche para cenar en “Matiz” y recordar viejos tiempos. La última vez que nos vimos fue al final de verano, envueltos, por cierto, en una intrépida aventura de piratas.

—¿Envueltos en una aventura de piratas?

—Sí, fue muy divertido y al mismo tiempo peligroso. Algo largo de contar; así que, si te parece, dejémoslo para otro momento y retomemos la sesión iniciada de psicoanálisis freudiano.

—Bien, como quieras. Pero, déjame que llame un momento a mi amiga Laura para quedar a cenar, aprovechando que tú no estarás esta noche. La voy a proponer un sitio no tan sofisticado y romántico como el tuyo.

—Por cierto, mamá, hablando de romanticismo: ¿Cómo conociste a papá?

—Pero, cariño, si ya conoces nuestra historia de amor…creo habértela contado cien veces.

—Pues que sea el ciento y una, como los cientos y un dálmata. Es que me parece tan bonita…

— Vale. Conocí a papá en la sala Zeleste, durante un concierto que dio el grupo gallego Siniestro Total en Barcelona, en el año 1990. Por cierto, que esta sala de conciertos luego cambió de dueños, pasando a llamarse Razzmatazz.

—Sí, yo he estado allí varias veces. Está genial —comenté.

—A papá le gustaba mucho este grupo ​gallego de música punk-rock y, además, era muy amigo de su líder, Julián Hernández, el guitarra eléctrica y voz. No sabría decirte por qué los grandes críticos musicales barceloneses no se fijaron en ellos. Para mí y para muchos de mi generación representaban la voz de la España joven, desenfadada e inteligente.

—¿Son de Vigo? ¿Verdad? ¿Cómo papá?

—Sí. Papá conoció a Julián con 14 años en el Instituto del Calvario de Vigo y desde entonces se hicieron muy buenos amigos. Papá se inclinó por la carrera de Ciencias Económicas, pero siempre mantuvo la afición por la música. Su revista favorita era “Disco Express”, prácticamente la única fuente de información musical que existía entonces. Además, compraba siempre sus discos en la tienda de música Elepé, montada por Julián Hernández.

—Y, bueno, mamá: ¿cuándo surgió el flechazo entre ambos?

—De la forma más rocambolesca que te puedas imaginar, pero al fin y al cabo mediante flechazo de Cupido a primera vista. Yo estaba en este concierto con dos amigas más, Dolors y Angels; papá había viajado con tres amigos más desde Vigo en un “escarabajo” rojo para asistir a este concierto, donde Siniestro Total estaba ya en su máximo apogeo.

—¿En un escarabajo? —pregunté algo perplejo.

—Un Volkswagen tipo 1. Era un coche muy molón, de bajo costo, propiedad de uno de sus amigotes.

—¡Ah! ¡qué bien! —exclamé.

—Bueno, pues, como te estaba contando, resulta que durante el concierto, Dolors, comentó:

—Oye, chicas: ¿os habéis fijado quién ha venido al concierto?

—¿Quién? —preguntamos muy intrigadas.

—El detective James “Sonny” Crockett —nos aseguró bajando la voz y haciéndose la interesante.

—¿Don Johnson? ¿El tío bueno de la serie Miami Vice? ¡No me jodas, tía! —preguntó y exclamó Angels.

—¿Dónde? ¿dónde? —pregunté yo.

—Muy, muy cerca de ti. Y ten cuidado, nena, a ver si te vas a derretir.

-Efectivamente, Don Jonson, es decir, papá, se encontraba muy cerca de mí coreando las canciones de su grupo favorito con sus amigos de Vigo. Llamaba la atención por su buena planta, larga cabellera, su traje blanco de lino, camiseta blanca, sus gafas de sol y sus mocasines. Sabíamos que no, que no era el detective “Sonny”, pero y si sí…A sí que, instintivamente, nos acercamos hasta donde él se encontraba, protegido por sus tres amigotes, también con muy buena planta, gran pelazo, y con un look algo más informal de chaquetas de jean y, por supuesto, gafas de sol. Y, entonces, junto a ellos, empezamos a corear, totalmente entregadas: “Te mataré con mis zapatos de claqué. Te asfixiaré con mi malla de ballet. Te ahorcaré con mi smoking. Y morirás mientras se ríe el disc-jockey. Y bailaré sobre tu tumba”.

—¡Joder, mamá! Pero… ¡qué fuerte! ¿No me digas que con esta canción te enamoraste de papá?

—¡Hombre, dicho así! La canción que coreábamos cuando nos conocimos era “Bailaré sobre tu tumba”, un temazo que sacaron en el 85, que dio título a su cuarto LP y que tiene, por cierto, su miga.

—¿Su miga? ¿Qué miga, mamá?

—Mira, hijo. La época de los 80 fue una etapa muy marcada por la música y una de las más importantes de la historia de España. Y justo en la mitad de esta década, en el verano de 1985 se celebra el festival musical Vran’85, en el que Siniestro comparte cartel con otros grupos populares como Mecano, Aerolíneas Federales y Última Edición. Este festival musical fue uno de los primeros en España en conseguir reunir a veinte mil asistentes durante las seis noches que duró.

—Ya veo, mamá, que estás muy puesta en la trayectoria musical de Siniestro Total.

—¡Claro! Es que papá fue, y sigue siendo, su principal fans.

—Si esto me ha quedado claro, pero no tanto lo de la miga de la letra de esta canción tan brutal.

-Pues, verás, es que tiene un fundamento filosófico.

—¡Venga allá, mamá! ¿Qué fundamento?

-—La frase surgió de una frase pronunciada por Monchito, un profesor de filosofía de Vigo, inspirada en la famosa película Cotton Club. El fragmento completo es el siguiente:

—Tú solo no puedes matarle…, pero puedes bailar sobre su tumba.

—Lo mataré con mis zapatos de claqué.

—Pues vale, acepto pulpo como animal de compañía.

—Es que como me ha repetido tantas veces tu padre, Sinistro Total supuso una ruptura total con todo lo establecido en la música española. Significó toda una revolución que vino de Vigo.

—Pues, amén, mamá, no se hable más. Así que, prosigamos, que sigo en ascuas. Cuéntame, ¿qué pasó después?

—Pues que al finalizar esta canción, papá si dirigió a nosotras y nos preguntó:

—Hola, chicas, ¿os está gustando el concierto?

—Sí, mucho —le respondimos las tres al unísono.

—¿Sois de por aquí?

-Sí. Y vosotros, ¿de dónde sois?

—De Vigo, respondió, Don Johnson, es decir, papá. Yo me llamo Alexandre. Os presento a mis amigos: Antoiño, Arsimiro y Aurelio.

-Yo soy María Lluïsa; y estas son mis amigas, Dolors y Angels.

—A continuación Siniestro Total empezó a cantar “El superávit”, otra de sus emblemáticas canciones, que ahora coreamos junto a los chicos gallegos que acabábamos de conocer: “Superavit, superavit Mi empresa nunca ha ido mejor. Recuperé lo que invertí. El beneficio ha sido mucho mayor. Y yoooo. Veo la ruina a mi alrededor. Todos en el paro. Y yo me estoy forrando Yo me estoy forrando. Especulé y me arriesgué Tengo sucursales en todo el país. La inflación no me afectó….”

Luego, tras esta canción vinieron otras hasta la finalización del concierto. El detective James “Sonny” Crockett, es decir, papá, nos propuso tomar algo por la zona. A nosotras nos pareció bien y aceptamos.

—Y, luego, mamá: ¿Qué pasó?

—Pues nada, picarón. No hubo la historia de “La fuerza del destino” de la canción de Mecano, por lo que no nos metimos en el coche tu amigo, tu amiga, tú y yo y, nena dame un beso.

—Es decir, que no os comisteis ni un colín, ja, ja, ja…

—Pues sí. Ellos estaban muy cansados, tras el largo viaje desde Vigo en el “escarabajo”, así que se fueron a dormir a un hotel barato de la zona y nosotras a nuestra casa. Por supuesto, nos facilitamos los teléfonos para seguir estando en contacto. Alexandre, es decir, papá, me pareció un buen chico, serio y responsable. Estaba en su último curso de Ciencias Económicas y tenía excelentes perspectivas laborales. Lo que más me gustó de él fue su madurez personal y sinceridad. Le vi como un perfecto caballero.

—¿Y quién dio el primer paso? ¿Quién hizo la primera llamada?

—Él, por supuesto. Es que lo normal por aquellos tiempos era que el chico diera el primer paso. Sí, fue él quien me llamó, tres días después de nuestro mágico encuentro. Y te recuerdo que por entonces no había móviles de manera generalizada ni wasap.

—Sí, es verdad. Para el servicio de mensajería habría que esperar 20 años más. Concretamente, la compañía fue lanzada oficialmente el 24 de febrero de 2009 y su creador fue el ucraniano: Jan Koum. Koum explicó en un video que, el año anterior — el 2008— tuvo que viajar mucho durante varios meses y que echó de menos estar en contacto con los amigos. La telefonía móvil tuvo un mayor proceso de maduración. Comenzó un 3 de abril de 1973, cuando​ Martín Cooper, un directivo de Motorola, realizó la primera llamada desde un teléfono móvil desde una calle de Nueva York. La segunda generación comenzó en la década de los años 90, dando paso a la digitalización de las comunicaciones: 2G, 2,5G (con los servicios EMS y MMS).

—Hijo, que yo soy de letras—protestó mi madre.

—Es verdad, mamá. Te explico. El EMS es el servicio de mensajería mejorado que permite la inclusión de melodías e iconos. Y el MMS (Sistema de Mensajería Multimedia) es un tipo de mensaje que permite la inserción de imágenes, sonidos, videos y texto.

—En el comienzo de la década de los 90 los amantes tenían que seguir contentándose con los clásicos teléfonos. Aunque, como ya veo, la ciencia tecnológica ha ido avanzando a unas velocidades de vértigo.

—Ya lo creo, mamá. Me lo vas a decir a mí que, con un grado en ingeniería informática, no soy capaz de asimilar algunos de los últimos avances.

—Oye, y qué vino después de los EMS y MMS.

—La tercera generación. El 3G nace de la necesidad de aumentar la capacidad de transmisión de datos para poder ofrecer servicios como la conexión a Internet desde el móvil, la videoconferencia, la televisión y la descarga de archivos. La generación 4, o 4G, es la evolución tecnológica que ofrece al usuario de telefonía móvil e internet un mayor ancho de banda, por lo tanto, más rapidez y otras muchas prestaciones como la recepción de televisión en alta definición.

La generación 5G se considera la sucesora de la tecnología 4G y se encuentra actualmente en fase de desarrollo. Además del incremento en la velocidad de conexión, la red 5G buscará optimizar e integrar su tecnología.

—¡Qué interesante, hijo, todo lo que me has contado. Ya veo que la ciencia tecnológica avanza que es una barbaridad.

—Sí, mamá. Estamos en mundo en el que las cosas suceden muy deprisa, y no solo a nivel tecnológico.

—¡Madre mía, si la abuela Julia levantara la cabeza! ¡El mundo ha cambiado tanto, y en tan poco tiempo! ¿Cómo podría imaginarse ella que, tras los movimientos inspirados por la California que ella tuvo el privilegio de vivir de finales de los sesenta y el mayo francés parisino, irrumpió en España la liberación sexual, la contracultura, la rebelión social y lo underground?

—¡Uff, máma! ¡Cuántas cosas!

—Ya lo creo. Todas las que te he referido y un atisbo de libertad que entraba en la península en las maletas de centenares de miles de turistas que descubrían España, el país de las tres “S”: Sol, Siesta y Sexo.

—Pues, en lo que a la tecnología se refiere ni te cuento —comenté.

—Ya lo creo, cariño. En estos momentos ya han pasado a mejor vida los disquetes gigantes de los ordenadores que mutaron después a disquetes pequeños, lápices de memoria o discos duros.

—Para fundirse en la nube, actualmente -comenté completando la disertación de mi madre sobre la tecnología que ella conoció durante su juventud.

—Pues en el terreno audiovisual la gran discusión en consumo doméstico era si optar por un Betamax o un VHS. Desapareció primero el Betamax y luego enterramos el segundo formato. Y ahora los DVD ya están en vías de extinción.

—Sí, yo me lo he preguntado alguna vez: ¿Qué pensaría la abuela Julia de este desarrollo tecnológico tan extraordinario que, indudablemente, ha impulsado grandes cambios a todos los niveles?

—Cierto. Ella conoció la calculadora personal y el walkman, pero: ¿podría imaginarse que pronto llegarían estas aplicaciones a través del teléfono móvil?

—Yo creo que sí, mamá. La abuela Julia era una visionaria. Estoy totalmente seguro de que ella sabía lo que estaba por venir. Como sabes, durante los años setenta se sentaron las bases de los cambios profundos de los hábitos personales en consumo doméstico. En 1975 Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft, que controló con mucha rapidez el mercado de los ordenadores domésticos, con un software omnipresente en todos los hogares a partir de los ochenta/noventa. Por su parte, en 1976, Steve Jobs y Steve Wozniac trabajaban en un garaje para lanzar el primer ordenador Apple, que en tres décadas inundó el mundo de Macs, Ipods, Iphones, Ipads y consolas de videojuegos.

De ahí que tantas veces he pensado que si ella siguiera viva nos diría que todos nosotros llevamos impresos en nuestro ADN la huella de los 70.

—Sobre todo, tú, mamá. Concebida en plena movida californiana y nacida en Barcelona, una ciudad donde comienzo de los años 70 miles de jóvenes de toda España llegaban en busca de trabajo y libertad, marcando su carácter y forjando su pensamiento.

—Pues sí. Era la Barcelona de la “gauche divine”, de la búsqueda de libertad sexual, de la explosión de creatividad artística y cultural, donde se anhelaba la caída de la dictadura y se vivía un poco peligrosamente, recorriendo de arriba a abajo las Ramblas.

—Y, oye, mamá: ¿sabes por qué la abuela Julia decidió tenerte en Barcelona?

-Creo que, en un principio, la abuela Julia no pensó en tenerme en Barcelona. Era, como sabes tan independiente, que no deseaba ser ninguna carga para nadie. También, como sabes, la relación con su madre, la abuela Montserrat, había sido muy tensa. Pero los buenos oficios del abuelo Jesús y su propio sentido de la responsabilidad pensando en lo mejor para mí, la empujaron a decidirse por tenerme en Barcelona.

—Supongo que su regreso fue difícil para ella.

—Lo fue, sin ninguna duda. Superada por parte de la familia el “shock” de su huida a San Francisco y de su embarazo, el siguiente reto para ella era ubicarse en la ciudad que la vio nacer y crecer. Sé que contó con el cariño de sus antiguas amistades, especialmente el de su vieja amiga Alicia; pero, muy pronto se dio cuenta de que aquel mundo no era su mundo, por lo que decidió regresar a su nuevo hogar, Estados Unidos. En este caso, los abuelos Jesús y Montserrat, asumieron perfectamente la decisión de su hija. Fueron capaces de entender la nueva situación, adaptándose a ella. Además, tenían en el horizonte una nueva vida: el cuidado de su nieta, María LLuïsa, algo que les hacía muy felices, y que llenaba el profundo vacío que dejó en su día la marcha de su hija Julia. 

—Uff, mamá. ¡Qué bien, un final feliz!

—Bueno, sí, en parte sí. La abuela Julia regresó a Estados Unidos muy pronto, tras tenerme a mí y estar segura de que tendría las mejores condiciones para mi crecimiento y educación.

—Y, por cierto, ¿Dónde naciste?

En la Maternitat del Hospital Clinic, un centenario hospital promovido por el doctor Valentí Carulla, abuelo del famoso cardiólogo Valentí Fuster. Un hospital con un historial repleto de éxitos médicos, como el del primer trasplante alógeno de médula ósea en España, en el 76 y de páncreas en el 83.

Y de la Incorporación del Robot Da Vinci Xi, en el 2014, para realizar cirugías gastrointestinales, lo que permite que sean lo menos invasivas posibles y garantiza una precisión máxima. ¡Ah, y este mismo año, la primera operación del mundo en 5G!

—Conocía lo del Robot Da Vinci, pero no lo del 5G.

— Pues, sí, mamá, el Clínic acaba de realizar en febrero la primera operación con la tecnología 5G en el marco del Mobile World Congress. Como tú sueles decir, la ciencia avanza que es una barbaridad.

—Sí, esto es verdad, Pablo, el desarrollo de la ciencia es imparable. Pertenezco a una generación que ha tenido que convivir con los discos de larga duración, los cassettes y los CDs; a una generación en la que nuestras primeras citas fueron anteriores al Facebook, Tinder o Instagram; a una generación en la que todavía una tenía que intermediar telefónicamente con los padres de tu amigo, novio o conquista. Fue una época de tránsito, entre dos aguas, en las que a mí no me faltó de nada, desde el mismo momento de mi nacimiento.

—Pero, la abuela Julia te dejó a cargo de los abuelos Jesús y Montserrat…..

—Sí, así fue. La abuela Julia, una vez que estuvo muy segura de que estaba en las mejores manos, decidió regresar a los EEUU, reclamada por el Gobierno Americano, conocedor de su valía, para que siguiera trabajando en una importante investigación en el campo de la Inteligencia Artificial.

Al escuchar a mi madre que la abuela Julia la había abandonado en su más tierna infancia, pensé inmediatamente que había sido una mala madre, insensible y egoísta.

—¡Qué horror! ¡Hay que tener valor para dejar a una niña a su suerte! —sentencié de forma condenatoria. Sí, tuvo el valor de abandonar a mi madre —a su hija— simplemente por el anhelo egoísta de poder desarrollar una exitosa carrera profesional. Lo hizo, es verdad, una vez que se aseguró de que a mi madre no le faltaría de nada desde el punto de vista material, pero, al fin y a la postre sin el alimento maternal tan necesario para el desarrollo emocional de un ser que empieza a dar sus primeros pasos en este largo camino llamado vida.

—Y, oye, mamá: ¿Estás resentida con la abuela Julia por dejarte con los abuelos Jesús y Montserrat a tan temprana edad?

—Verás, hijo, tu pregunta no se puede responder con un no o un sí. Los abuelos Jesús y Montserrat me procuraron de todo lo que una niña podía desear en ese momento; pero, aun así, siempre sentí la carencia de algo fundamental para cualquier niño: el amor maternal. Sufrí, por lo tanto, casi todos los problemas psicológicos de un abandono maternal: déficit de afecto, inseguridad, baja autoestima, odio y rencor hacia la abuela Julia, y luego, miedos y dudas a la hora de ser madre.

—Por lo que deduzco que sí, que aquel abandono te marcó de por vida.

—Bueno, sí y no.

—Mamá, por favor, pareces gallega, como papá. Reconóceme, ya, por favor, de una vez por todas, si te marcó o no de por vida aquella experiencia traumática. No creo que a estas alturas debas seguir ocultándolo o dulcificándolo. Fue lo que fue y punto, joder —comenté con cierta irritación.

—No, de verdad, no pretendo ser ambigua en este punto contigo, Pablo. Es que todo lo que nos pasa en esta vida es interpretable.

—¿Interpretable? ¿Me quieres decir, mamá, que la actitud egoísta de la abuela Julia es interpretable? —pregunté con una enorme indignación.

—Pues sí, Pablo, la vida es una interpretación. Solemos prejuzgar como buenos o malos, positivos o negativos, deseables o indeseables todos los hechos que acaecen en nuestras vidas; y lo hacemos en función de nuestros propios sesgos cognitivos.

—Pero, mamá, por favor, ¿Qué tienen que ver los sesgos cognitivos con el hecho cierto y comprobable de que la abuela Julia te dejó tirada a ti y a sus padres como una colilla?

—Puedo llegar a reconocerte que mi primera reacción fue indignarme, cuestionar y juzgar duramente la manera en que me trató la abuela Julia. Algo que también, por cierto, hizo mi entorno familiar y social, pero….

—¿Pero, ¿qué, mamá?

—Un día comprendí que había un modo distinto de ver todas las cosas que nos suceden en la vida; que, en efecto, la vida es una interpretación, una escuela de aprendizaje; que cada cosa que nos sucede contiene un mensaje o una enseñanza que tenemos que interpretar; que, digámoslo claramente: somos los responsables de nuestra realidad, porque todo lo que hay afuera fue germinado dentro de nosotros en el pasado.

—Pero, mamá, seamos coherentes: ¿Qué fue lo que germinaste tú si no tenías pasado cuando fuiste abandonada por la abuela Julia?

—Esto es lo que solemos creer porque damos por hecho que nuestra vida —la única que existe para nosotros— se despliega desde que nacemos hasta que abandonamos este mundo. Sin embargo, venimos a este mundo con unos determinados aprendizajes y potencialidades. No nacemos por casualidad dentro de una determinada familia, sociedad, raza, país de origen, cuerpo físico, talento, lengua, salud, código, religión, código moral, temperamento o grupo sanguíneo. Nacemos, más bien, por causalidad, dentro de unas circunstancias determinadas espacio-temporales para cumplir un propósito relacionado con la evolución espiritual. Por lo tanto, descubrir cuál es nuestro propósito de vida debería ser nuestra primera y principal misión.

—Entiendo, mamá, que antes de tratar de descubrir cuál es nuestro propósito de vida, deberíamos saber qué es el propósito de vida.

—Pues sí. El propósito de vida —me aclaró— es el porqué de nuestra existencia, el que da sentido a lo que hacemos y el que se convierte en una brújula moral y motivacional de nuestras acciones, decisiones y sacrificios. Es, en definitiva, la razón de ser de nuestra vida.

-Ya. Y ahora viene lo difícil: ¿y cómo descubrirlo?

-Pues verás, Pablo, hay muchas formas. El Ikigai es una de ellas.

-¿El Ikigai? ¿Qué es?

-El Ikigai es el secreto japonés para encontrar tu propósito. Nos propone indagar en cuatro cuestiones clave del individuo.

  • Lo que te llena: tu pasión
  • Lo que otros necesitan: tu misión
  • Lo que se te da bien: tu talento
  • Lo que puedes cobrar: tu profesión

—Bueno, dicho así, parece fácil, sin embargo, doy por hecho que no debe serlo.

—No siempre lo es. Hay personas que lo tienen muy claro desde muy jóvenes; otros, sin embargo, lo descubren en el atardecer de su vida; e, incluso, los hay que ni siquiera llegan a descubrirlo. Es que, por lo general, el descubrimiento de nuestro propósito vital requiere de un trabajo de autoconocimiento y de continuo crecimiento personal.

—Tu planteamiento me parece interesante y razonable, pero hay algo que no me termina de encajar. ¿Qué tiene que ver la pasión, la misión, el talento, la profesión con la evolución espiritual?

—¡Excelente pregunta, pequeño saltamontes! Verás. Los diferentes caminos existenciales (el de la pasión, la misión, el talento y la profesión) confluyen en uno, por donde todos tenemos que transitar tarde o temprano: el del amor, la fuerza más poderosa del Universo. Lo vas a entender fácilmente con mi propio testimonio de vida.

—Por mi parte, mamá, adelante, soy todo oídos…

—Me matriculé en la Facultad de Filosofía para entender el mundo: el de ahí fuera y el de aquí dentro. Deseaba ser feliz por encima de todas las cosas y luego hacer que los demás también lo fueran. Determiné que mi propósito de vida sería ayudar a los demás y, por ende, hacerles más felices. Pronto me di cuenta de que para alcanzar este noble ideal no valía hablarles en plan academicista de Sócrates, Platón, Aristóteles, Descartes, Locke, Kant, Nietzsche, Marx, Sartre, Ortega y Gasset, etc, para llenar sus mentes de información sino para que, a través de ellos, comprendan el mundo y a sí mismos. Y en este proceso descubrí algo maravilloso: que ayudando a los demás se ayuda uno a sí mismo.

—¿Y cómo fuiste ayudada mamá? —pregunté muy intrigado.

—Comprendiendo que amando uno se sana.

—No entiendo lo que me quieres decir, mamá.

—Sí, verás. Hubo un momento en mi vida en que el dolor emocional — también el corporal por el efecto de la somatización- era tan insoportable que llegué, incluso, a pensar en quitarme la vida.

Al escuchar la confesión tan estremecedora de mi madre, compartiendo conmigo su dolorosa experiencia, me bloqueé por completo, abandonado la idea de hacer más indagaciones. Le abracé amorosamente y, al mirarla compasivamente, observé que por sus ojos surgían hondas lágrimas, deduciendo que en respuesta a un dolor extremo, a un choque emocional, de tristeza y angustia; sin embargo, esto no era así. Sus lágrimas eran de amor incondicional y sanación. Así que, pronto retomó la conversación para transmitirme una profunda reflexión que me dio qué pensar.

 —Imagínate si desde pequeñitos nos hubieran enseñado a perdonar —me dijo con voz tierna y calmada—, a sanar todas nuestras heridas emocionales, a pensar, a desarrollar nuestra mente, a amarnos, respetarnos y valorarnos, a tener relaciones amorosas, a confiar en nosotros mismos, a vivir en el momento presente, a descubrir cuál es nuestro propósito vital o a ser unos buenos padres. Piensa por un instante en lo maravilloso que sería tener a toda una generación de adultos que supieran todas estas cosas y que fueran capaces de expresar estas verdades. ¿Tú crees que hoy el mundo sería el mismo?

—No, probablemente, no, mamá —respondí algo confuso.

—¿Nos enseñan algo de todo esto en las escuelas? No, ¿verdad?

—¡Pues no, claro que no!. Es que las escuelas, los colegios y las universidades están para lo que están.

—¿Tú crees? Verás, hijo, yo creo que la vida es muy sencilla, más sencilla de lo que nos han venido diciendo. Yo creo que todos estamos haciendo un viaje de autodescubrimiento; un viaje para desarrollar al máximo todos nuestros talentos. Pues bien, en este viaje todos nos hemos acostumbrado a ver nuestros pensamientos como un reflejo del mundo exterior; un reflejo de lo que nos sucede; pero, ¿y si el mundo no funcionara así? ¿Y si con cada uno de nuestros pensamientos estuviéramos creando nuestro presente y nuestro futuro? ¿Y si estuvieras escribiendo la historia de tu vida al pensar lo que estás pensando ahora mismo?

—No sé, mamá, quizás se abría ante nosotros un mundo maravilloso de nuevas posibilidades en el que nuestra vida tomaría un rumbo distinto; pero, ¿Cómo empezar, mamá? Esta es la cuestión.

—Pues, sencillamente, dando un primer paso. El paso que yo tuve que dar para sanar mi vida.

Pablo Martín Allué

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