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La decisión más importante de mi vida

La decisión de emprender el viaje de Autodescubrimiento y al Metaverso.

YO, ABO. Capítulo 17: La decisión más importante de mi vida.

Mi mente no era capaz de procesar tanta información. Nunca antes me había visto en otra. Me parecía que mi cabeza iba a estallar de un momento a otro, cual olla a presión. Tantos pensamientos y emociones juntos me impedían relajarme y dormirme. De nuevo un pensamiento persistente, asociado a una emoción persistente, sobresalía de entre todos: ¡Julia! ¡Mi abuela Julia! En torno a ella, y en tiempo record había podido comprender la reflexión que nos hizo un día Gerard sobre la realidad y la vida.

—Sí, amigos, la realidad se ofrece en perspectivas individuales, pues como ha escrito el filósofo Ortega y Gasset en su obra “El Espectador”, la verdad, lo real, el universo, la vida —como queráis llamarlo— se quiebra en facetas innumerables, en vertientes sin cuenco, cada una de las cuales da hacia un individuo. Por lo tanto, cada individuo es un órgano de percepción distinto de todos los demás y como un tentáculo que llega a trozos del Universo para los otros inasequibles.

Tumbado sobre mi cama seguía recordando que aquella reflexión filosófica de Ortega y Gasset en mi piso de estudiante compartido derivó en un amplio debate sobre física cuántica.

—¿Y qué tiene que ver esta reflexión con la física cuántica? —pregunté yo.

—Pues todo, joder, todo, Pau —afirmó taxativo Manel. Nuestra mente es cuántica y produce cambios en el mundo físico. Los seres vivos y todo lo que tenemos a nuestro alrededor está formado por partículas subatómicas y, según han demostrado los físicos cuánticos, la mera observación los altera. Esto, automáticamente, nos lleva a la conclusión de que nosotros podemos cambiar nuestra propia realidad a partir del modo en que la observamos e interpretamos.

—Vale, vale, conforme —comenté, adhiriéndome a esta tesis de la física cuántica. Reconozco que no me había parado a pensar que nuestras mentes fueran cuánticas, y que tuvieran el poder de cambiar la realidad. Lo que sí sé es que la física cuántica ha tenido importantes aplicaciones tecnológicas, tales como la invención del transistor y del ordenador, siendo la base de la mayoría de la alta tecnología electrónica que utilizamos hoy en día. Como bien sabéis, estas invenciones tan importantes surgieron a partir de la idea principal de que las partículas subatómicas se comportan al mismo tiempo como ondas y como partículas.

El recuerdo de este debate filosófico y científico que mantuve con mis compañeros Manel y Gerard me hizo comprender que, tras la profunda conversación mantenida con mi madre sobre sus primeros años de infancia y juventud, mi percepción sobre esta realidad había cambiado completamente. Y lo estaba haciendo, tanto desde una perspectiva orteguiana, es decir, en facetas innumerables (como abuela, madre, mujer, científica, maestra de vida y ejemplo a seguir…) como cuántica, al comprender que cuando se observa una realidad —en este caso la realidad generada en torno a la abuela Julia— ésta cambia.

De repente, sin saber por qué, abrí mis párpados, fijando la mirada en mi ”MacBook Air”, de 13 pulgadas, situado en el escritorio de mi habitación.

—Disculpe usted, sr. “MacBook Air”, últimamente lo tengo abandonado —comenté de manera audible, siendo consciente de que estaba tratando de mantener una conversación con un ser inanimado. Es que la última vez que interactuamos me llevé un susto de muerte. ¡Madre mía! ¡La abuela Julia poniéndose en contacto conmigo, su nieto, a través de la tecnología informática! ¿Fue un sueño lúcido? ¿Fue un experimento? ¿Qui le sait?

Mientras abría mi ordenador volví a elucubrar con la posibilidad real del control remoto de grandes redes de equipos, todos ellos coordinados mediante clúster, organizados y sincronizados a través de protocolos que funcionan perfectamente por Internet, por lo que no precisan de compartir ubicación física.

—¿Podría existir un control externo de los servidores al de la propia empresa que los gestiona?

—¿Podrían estar militarizados los servidores de Google, Facebook, Twitter y otras High Tech? 

—¿Quién te dice que, por asuntos de seguridad nacional, se hayan implementado mecanismos de control y monitorización de dichos servidores para el espionaje de sus propios ciudadanos?

Sería terrible —reflexioné— descubrir que las grandes tecnológicas están permitiendo el acceso de agencias de inteligencia a los datos privados de los usuarios de servicios de internet. Pero… ¿Y, si… sí?

—¡Collons! —exclamé—, quedando petrificado en mi asiento, tras abrir mi correo electrónico y comprobar que, entre los muchos que tenía, había uno especialmente llamativo para mí con este asunto: Buenos días, Abo.

Muy impaciente, lo abrí al instante para conocer su contenido. Contenía tan solo una pregunta, una sola pregunta.

—¿Has tomado ya la decisión?

—¿Qué decisión? —respondí, convencido de que la respuesta tardaría en llegarme. Sin embargo, no fue así, la recibí instantáneamente, por lo que pensé que podría tratarse de un programa con respuestas automatizadas.

—La decisión de emprender el viaje de tu vida, un viaje de autodescubrimiento y al metaverso.

—Pero, oiga, dígame, por favor, con quien estoy dialogando.

—Lo estás haciendo con “YO SOY”; pero, si lo prefieres, puedes llamarme Julia, abuela Julia.

؅—¡Joder! Esto es fuerte, muy fuerte. No, no estoy soñando. Estoy despierto. Siento mis piernas y mis brazos. Estoy tocando mi pecho, mi cuello y mi cara. Respiro, siento mi respiración. ¡Estoy vivo, joder! ¡Estoy vivo!. ¡Esto es real!¡Collons! ¡Pero tan extraño…!

Cuando pude serenarme, decidí retomar nuevamente el diálogo con mi extraño interlocutor. Tengo que llegar hasta el fondo de la cuestión —me dije expeditivo.

—Hola, Julia, abuela Julia. ¿Podrías explicarme por qué debo hacer este viaje de autodescubrimiento y al metaverso?

—Porque ha llegado el momento de comprender.

—¿De comprender qué? —volví a preguntar.

—De comprender que un mundo nuevo es posible.

—¿Y yo qué puedo hacer para qué un mundo nuevo sea posible? —pregunté irónicamente.

—Si quieres cambiar el mundo, cámbiate a ti mismo —fue su respuesta lacónica.

—Vaya, esta frase creo que es de Gandhi —me dije.

—¿Y si estuviera dialogando con un programa informático sofisticado, que proporciona respuestas automatizadas? Pero, bueno, le seguiré el juego a este programa, la abuela Julia o quien coños sea.

—Bien… ¿Y cómo puedo cambiarme a mí mismo? —escribí, consciente de que la pregunta era tan abierta que necesitaba de cierto desarrollo.

—A ver si puede con ella el dichoso programa, el ser, el ente, mi amigo o amiga invisible —comenté para mí en plan retador.

—Tendrás que hacer un viaje iniciático con el fin de revisar radicalmente lo que tú crees que eres.

—¿Y quién creo yo que soy?

—El ego, tu falso yo. Por lo que primero que tendrás que hacer es identificarlo y después transformarlo. Cuando lo hayas logrado descubrirás que eres infinitamente más grande de lo que crees que eres.

—¿Y qué tendré que hacer para lograrlo?

—Seguir el sendero.

—El sendero, ¿qué sendero?

—El sendero del guerrero espiritual. Lo hallarás siguiendo el camino iniciático que muy pronto vas a emprender.

—Ya. Pero ¿Y si decido no emprenderlo?

—El despertar espiritual no es una opción para ti, sino una necesidad. Tú ahora ya eres como una crisálida a punto de convertirse en mariposa y, por lo tanto, el cambio que el mundo necesita.

—Ya, bueno…—empecé a escribir titubeante, consciente de que las respuestas de mi supuesta abuela Julia no lo serían de forma clara y precisa.

— ¿Y al Metaverso?

—¿Qué tiene que ver el Metaverso con el sendero del guerrero espiritual?

—Todo y nada —fue su escueta y confusa respuesta.

—¿Y por qué me lo has indicado al inicio de esta comunicación?

—El Metaverso es un mundo virtual —comencé a leer—, uno al que te podrás conectar utilizando una serie de dispositivos que te harán pensar que realmente estás dentro de él, interactuando con todos sus elementos. Lo que tú consideras el mundo real es, aunque no te lo parezca, también un mundo virtual.

—¡Cáspita! —exclamé para mis adentros. ¿Cómo qué estoy viviendo en un mundo virtual como el del Metaverso? ¿No será que mi interlocutor o interlocutora me está tomando el pelo? ¿Será acaso un espíritu burlón o juguetón?

—¿Podrías ser más explícito? ¿Cómo puede ser que mi mundo no sea real, sino virtual?

—Sí. Así es. Lo que tú consideras real es maya, es decir, ilusorio. Maya significa creación, energía creadora, aparición. Tiene que ver con la forma y la materia, con el mundo manifiesto, con lo que tú llamas realidad. Sin embargo, lo que tú puedes percibir con tus sentidos —siempre mensurable y mutable— es irreal e ilusorio.

—¿Y qué es lo real? ¿Cómo puedo hallarlo?

—Lo real es siempre lo inmanifiesto e inmutable.

—¿Y cómo puedo acceder a él?

-Con el despertar de la Consciencia —fue su lacónica y enigmática respuesta.

Pablo Martín Allué

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