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La pobreza erradicable

No prevenimos la pobreza, pero sí la encarcelamos, la abandonamos a su suerte, la despreciamos, la apartamos de los objetivos institucionales como si fuera irremediable.

Acercarse a las causas y características de la pobreza en España es necesario para comprender nuestra realidad.


La pobreza afecta mayoritariamente a mujeres, extranjeros inmigrantes, gitanos y mayores. Se define como la imposibilidad de cubrir todas las necesidades vitales de comida, medicamentos, vivienda, transporte y educación de las personas.

Dichas personas pobres pasan más desapercibidas en la ciudad, pues la administración rural, por tamaño, suele amparar a su vecindario más vulnerable con programas de asistencia social, y dispone de personal suficiente para remediar el abandono, la soledad o el hambre. La administración urbana no llega a la totalidad de las mismas.

Dos asuntos han venido a trastocar por completo la vida de las familias más necesitadas en nuestro país: la pandemia del coronavirus y la aprobación del ingreso mínimo vital. Miles de personas han perdido su empleo y otras tantas han solicitado esta ayuda social que, combinada con otras autonómicas, puede remediar la existencia de millones de personas para las que vivir es un desafío continuo.

La asistencia social, local y autonómica, está desbordada en estos momentos en que las colas del hambre nos recuerdan series y películas que creíamos inverosímiles y tiempos que nuestra generación había enterrado para siempre.

Pero los servicios sociales, en paralelo a los derechos humanos y al desarrollo de la tecnología y de la ciencia, también de la política, se han desarrollado en las tres administraciones de forma exponencial en el último cuarto de siglo, por mucho que su presupuesto aún resulte insuficiente, y más, en tiempo de crisis económica. Por su parte, la sociedad civil, consciente del problema, ha creado asociaciones, bancos de alimentos y organizaciones internas en colegios, empresas, y comunidades religiosas, dedicadas a mejorar la vida de la gente necesitada, que se suman a la ayuda pública.

Decenas de poblados chabolistas han desaparecido de los alrededores de nuestros municipios, espoleados por la necesidad de aumentar la edificación de casas o de polígonos industriales, más que por la voluntad de los consistorios, pero es evidente la ausencia de infraviviendas, que ha disparado el precio de alquileres de habitaciones y pisos, imposible de pagar para familias sin ingresos.

Una persona pobre en España es distinta de una pobre en Pakistán, porque los seres humanos nos comparamos con nuestros vecinos y tenemos cerebro y ojos. Sabemos cómo vive la gente a nuestro alrededor y conocemos las ofertas que nuestros gobiernos muestran. La consideración de pobre es relativa al entorno en que la persona se mueve.

La pobreza en España afecta a población que:

  • a) no puede apenas pagar el alquiler de su vivienda, la hipoteca o la electricidad y calefacción, ni los libros de texto de sus hijos o las tarjetas de transporte.
  • b) tiene deudas constantes en el supermercado o con sus amistades y familia.
  • c) su autoestima está por los suelos ante la frustración constante de contemplar escaparates y anuncios de objetos, alimentos y casas que no puede adquirir. Los padres y madres, incluso los hijos sienten vergüenza de vestir ropa anticuada, de no disponer de línea de Internet u ordenador en su hogar, o de teléfono móvil, desde luego.
  • d) sus expectativas de encontrar o mejorar su empleo son escasas, porque a menudo los menores abandonan la educación obligatoria y los jóvenes engrosan las listas del paro.
  • e) la solidaridad entre familias pobres es importante, pero para avanzar en ideas y ambición política la gente necesita alimentarse de forma adecuada, llevar ropa limpia que le siente bien, progresar en su formación académica, conocer la ley, cultivarse en una palabra, lo que es difícil de conseguir cuando se lucha contra el frío, el hambre o la violencia familiar, incluso.
  • f) Esto último, el maltrato, la violencia contra las mujeres, ancianos, enfermos o niños es muy común, como expresión de impotencia y desagrado personal. La frustración personal la traspasamos a otros seres más vulnerables con los que convivimos. De manera que los daños psicológicos por todos estos motivos son importantes, siendo muy repetitivos de una generación a otra.
  • g) La pobreza provoca tristeza y depresión. Los anuncios televisivos y el laicismo no alientan la resignación como era costumbre antaño. Hay coches fabulosos en las carreteras, hombres y mujeres bien vestidos en las calles, restaurantes llenos de pasteles y platos exquisitos. La felicidad se escapa de los hogares más necesitados, porque las personas somos una mezcla indivisible de cuerpo y mente. Queremos viajar, leer, comer tres veces al día, entrar en bares a tomar café y cerveza con los amigos, salir de vacaciones, informarnos, ducharnos con agua caliente, disponer de una mesa de estudio o lectura en casa, etcétera. La inteligencia mejora y se conserva con el bienestar, por mucho que creamos que la necesidad aviva el ingenio, que lo hace, desde luego, pero ese ingenio precisa de instrumentos y de estabilidad material para desarrollarse.

La pobreza en los niños es especialmente sangrante y choca contra todos nuestros principios morales y políticos de cualquier signo. Para que la infancia de nuestro país pase hambre los adultos no hemos luchado día tras día. No hemos votado en elecciones legislativas, autonómicas, europeas y locales una y otra vez para que nuestros menores pasen frío en sus casas, sufran violencia o no dispongan de suficiente material escolar. Por el contrario, queremos que todos vayan de excursión, acudan a museos, dispongan de tablets y ordenadores, conozcan el mar y la montaña, inviten a compañeros a merendar a casa, celebren sus cumpleaños, se alimenten de forma correcta y sean cuidados de la mejor manera en el hogar, en el colegio y en centro de salud.

La pobreza en los adolescentes, a su vez, provoca abandono de los estudios y desafección a las instituciones, incluso obesidad, porque es más rápido y barato comer salchichas y bollos que fruta o verduras. Sus padres no se involucran con los colegios. No acuden a las citas con los tutores no están enterados, la mayoría de las veces, del progreso escolar de sus hijos. Incluso agreden al profesorado si interpretan que se ha humillado o reñido a sus retoños en clase. Políticamente, los adolescentes prefieren el populismo, las sectas, las bandas, los partidos independistas o radicales, lejos de lo partidos clásicos o la religión.

Toda esta conmoción no solo afecta a las familias pobres, en realidad traumatiza a la sociedad de manera directa y dañina. El coste de oportunidad de no aprovechar la inteligencia, el trabajo, la cotización, la alegría de tantos miles de personas es inmenso.

La pobreza cuesta dinero a las arcas públicas, pues hay que destinar muchos recursos económicos y humanos para remediar la desigualdad y los pobres no pagan impuestos directos. Su entorno genera inseguridad y precisa efectivos policiales a veces. Las cárceles están llenas de personas sin dinero ni propiedades, abocadas al delito para sobrevivir.

No prevenimos la pobreza, pero sí la encarcelamos, la abandonamos a su suerte, la despreciamos, la apartamos de los objetivos institucionales como si fuera irremediable. Pero no lo es. Incluso la pobreza mundial puede erradicarse y la ONU, también la Unión Europea y cantidad de administraciones determinan que el hambre y la necesidad deben y pueden erradicarse en nuestro planeta, pero somos miopes, torpes y cómodos.

Algunos apuntes que remediarían esta situación serían:

  • 1) Elevar el salario mínimo, bajar los precios de la energía, de los pisos comprados y alquilados, así como ofrecer un enorme contingente de vivienda social.
  • 2) Ayudar eficazmente a las familias y a las personas o familias solas. Los divorcios y el impago de pensiones alimenticias se han disparado. Las familias mono marentales abundan en los barrios vulnerables, así como las mujeres que no cobran pensión por jubilación, ya que no cotizaron lo suficiente a la Seguridad Social, aunque hayan trabajado toda su vida aportando hijos y cuidados familiares a la sociedad.
  • 3) Las políticas contra la exclusión social no pueden seguir siendo las hermana pobres de los presupuestos públicos. Es necesario rescatar a los jóvenes de la droga, incentivar y mejorar la solicitud del ingreso mínimo vital, incrementar la oferta de empleo público y privado y mejorar el diálogo entre escuela y servicios sociales, pues son los profesores los que contemplan el abandono escolar, el hambre, el maltrato, en definitiva la escasez en el alumnado de Educación Infantil, Primaria y Secundaria.

Por supuesto que la pandemia de corona virus ha sumado a muchas más miles de personas en la pobreza, pero tal desastre tiene que servir de revulsivo para inventar la manera de eliminarla, de reducirla, en fin, de erradicarla de nuestra sociedad.

Cuídate mucho

Teresa Álvarez Olías

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