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Lo de las abuelas

Nos creemos expertos en un asunto o un autor, pero solo somos su parásito.

Permítame que le diga, señora, que por extraño que parezca hay gente que cree que los ancianos no son como los vinos. Se trata de gente que dice que hay ancianos que con los años no mejoran, y que el anciano que fue malo antaño lo sigue siendo hogaño, o incluso peor, que ojalá que no fuese así pero eso son cosas que se ven y se notan; por raro que le resulte hay gente que piensa que a algunos ancianos no les pasa como a los vinos, como le decía, aunque no olvide que se están refiriendo a la condición de cada uno porque de la uva mala no se saca vino bueno, y que el que fue malo morirá malo si no se enmienda, que es cosa de mucho desear para todos. Uno siempre ha creído que la mayoría de los abuelos se merece todo el respeto y la consideración por muchas razones, muchas, demasiadas como para enumerarlas ahora, pero también hay gente que cree que hay ancianos que se merecen una pedrada bien dada, ellos sabrán el motivo.

Recuerde que antes era todo mucho más fácil, cuando todos los abuelos eran buenos porque los abuelos no vivían muchos años y había que darse prisa en todo, pero ahora las cosas han cambiado; antes uno era anciano a una edad muy temprana, pero ya no, y eso pasa también con los nietos, que ahora los nietos se convierten en nietos a edades muy tardías, casi cuando son ancianos; se pasa de nieto a padre muy tarde y enseguida se pasa a ser abuelete de parque; uno se hace nieto tan mayor que casi da vértigo, y es cuando el nieto empieza a hablar de su abuelo y ya no hay quien lo pare. Antes no era así porque hasta que el nieto se hacía viejo era siempre adolescente, y solo luego se hacía nieto y se acordaba de los abuelos y de todo lo que hicieron los abuelos cuando eran jóvenes, y también se acuerdan de sus guerras y de sus amistades, todas sepias o en blanco y negro, o coloreadas con acuarelas de colegial. Ahora parece que cuando una se va haciendo mayor se convierte en nieta y solo se acuerda de las amigas de sus abuelas y de lo mucho que trabajaban, que ahora las batallitas que los abuelos contaban a los niños se han convertido en batallas épicas de las de mariscales y zepelines que tanto gustan a sus nietos cuando se hacen mayores.

No sé qué pensará usted, pero a uno le parece que ahora los nietos son más viejos que sus abuelos, o más tontos, que es una manera distinta pero más clara de decir lo mismo. Y ahora descubren que sus abuelas trabajaron muy duro, y que sus abuelos peleaban con lo poco o mucho que que tenían para sacar adelante a esos desconocidos señores que responden al exótico nombre de papá y mamá. Estos nietos de ahora no se hacen abuelos sino viejos, no como el buen vino sino como el vinagre, que se creen rioja y no pasan de manzanilla, que se creen mástiles de algo y no pasan de ser palo partido.

A veces uno cree que vive en una época en la que no sembramos, que solo cosechamos. A veces uno cree que hoy solo hay recopilatorios, y memoria de abuelas que tanto pelearon, y recuerdos de abuelos que murieron por tantas cosas, y murales, y placas, y más recopilaciones, y páginas de autores clásicos para vender, y más recopilaciones, y más memoria de esto y de aquello, de todos los colores, y más autores clásicos para vender, y más memoria, y todo es un no parar de homenajear cien veces la misma cosa, una por persona.

A veces uno cree que hacer memoria se ha convertido en una profesión, y que vivir a la sombra del árbol que plantó la abuela es un buen trabajo; a veces decimos que es un trabajo digno porque la abuela era digna, no nosotros sino la abuela, pero facturamos nosotros. Y ahí, a la sombra del árbol que plantó la abuela, nacemos, vivimos, nos reproducimos y antes de morir cobramos, primero pasamos factura a otros y luego cobramos.

A veces uno cree que homenajear a la abuela es un trabajo digno, pero no, como tampoco lo será homenajear a nuestros hijos y a nuestros nietos. Creemos que se debe homenajear a todos pero en realidad se está homenajeando a los que homenajean. A veces uno cree que es mejor no creer nada más y ponerse manos a la obra, seguimos escribiendo sobre lo que escribieron otros, el Cielo nos maldiga. Creemos que somos expertos en algo y solo somos su parásito.

Pues esto era lo que quería contarle acerca de lo que pasa, no tanto por la tristeza que supone, que bien sé que usted es de aldea y los tristes los utiliza de espantallo, sino porque creo que la cosa no tiene remedio. A la gente le gusta homenajear a los abuelos que tanto han hecho por nosotros, pero nosotros no hemos hecho nada que mejore lo que hicieron esos abuelos salvo las residencias. Hay personas que trabajan para ser homenajeadas, es lo que se llama Tradición (por no decir una barbaridad), pero ninguno de esos abuelos sabía que hay cosas que merecen un homenaje porque haberlo sabido muchos no estaríamos aquí. Eso parece. O no.

Iván Robledo Ray

Carta a esta señora


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1 comments on “Lo de las abuelas

  1. Anónima

    La senectud ya no es lo que era, sin duda… sobre todo desde que le llaman «nuestros mayores».
    Concuerdo en que somos parasitarios gracias a la conquista que supone la longevidad, discrepo en que la longevidad, en sí misma, sea lo que otorgue calidad de respetable.

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