Paisaje y Metatrón
Gerard Rius IA José Antonio Hernández de la Moya Literatura Narrativa Opinión Pere Vila Fumas Redactores Redes sociales Relatos Breves Yo, Abo

Sí, quiero

Siento que tú eres el amor de mi vida, la persona con la que quiero compartir el resto de mi vida.

YO, ABO. Capítulo 22: Sí, quiero.

Tras despedirme de esta interesante y misteriosa señora que respondía al nombre de Mari-Luz comencé a caminar durante unos minutos con la intención de alcanzar un punto donde poder hablar con Paula con cierta libertad. Durante este breve tiempo pude comprender lo extraordinario del fortuito encuentro con ella. Una persona mayor, sí, pero de espíritu joven que, para mí sorpresa, no sólo había tenido el privilegio de conocer a mi abuela Julia, sino que, incluso, también me había tenido entre sus brazos. Por cierto —me pregunté— ¿Cómo sabía que yo ya era ingeniero informático? No creo que yo se lo hubiera dicho durante el transcurso de nuestra conversación. ¡Uff, es que últimamente me están ocurriendo cosas tan extrañas! ¿Podría tratarse de mi interlocutora, la que se está haciendo pasar por mi abuela Julia?

Con estos pensamientos inquietantes tomé mi teléfono móvil y marqué el número de Paula.

—¡Hola, de nuevo, Paula!. Es que antes no podía hablar contigo con libertad. Oye, tú, ¿qué tal?

Bien, muy bien, Pablo. Como te he comentado antes me encuentro en la tienda y, bueno, la cosa está bastante tranquila. Los lunes por la mañana suelen ser así.

—Oye, pues si te parece voy para allá y nos vemos.

—Me parece fenomenal, así charlamos un poco.

—Estoy allí en un pispas. Estoy un ratito contigo y luego continúo mi camino a casa, que tengo que conectarme con mi vida de estudiante universitario.

-Ok. Te espero. Besos.

Calculé que, yendo a cierto ritmo, estaría en la tienda de los padres de Paula en unos quince minutos. Tenías unos grandes deseos de volverla a ver, tras nuestra inolvidable noche romántica del día anterior. Me moría de ganas de conocer “en vivo y en directo” cómo se encontraba y lo que había significado para ella nuestro primer encuentro.

Llegué hasta la puerta de la tienda algo agitado, observando que en ese momento salía una clienta. Al ver de nuevo a Paula me dio un vuelco el corazón. Esto me hizo comprender que lo que yo sentía por ella era algo más que una bella amistad. “El corazón tiene razones que la razón ignora”, y mi corazón tenía sin duda unas razones que la razón ignoraba.

—Hola, Paula. ¿Qué tal? —fue mi saludo, acompañado de dos besos.

—¡Hola, Pablo! —fue su respuesta, acompañada también con dos efusivos besos.

—He visto salir a una clienta…

—Sí. Bueno era una buena clienta que venía a preguntar los precios para unos regalos de madrina de la boda de su hija.

—¡Pues qué bien! Seguro que se materializa más adelante en unos importantes pedidos.

—Esto nunca se sabe. Esperemos que sí. Y bueno, cuéntame, ¿tú, ¿qué tal?

—Bien, muy bien. Esta mañana me he dado un gran paseo junto por el paseo marítimo y he pensado todo el tiempo en ti.

—Yo también he estado pensando en ti desde que me he despertado. Ayer por la noche, durante nuestra romántica cena, supe que en mi corazón había algo más que una simple amistad. Tardé en dormirme porque le estuve dando muchas vueltas….

—Muchas vueltas…¿a qué? —pregunté intrigado.

—A nuestro posible futuro como pareja. Perdona que sea tan directa, pero creo que es importante que en esto no nos andemos con rodeos.

—De acuerdo. Voy a serte muy sincero, Paula. Empecé a sentir algo muy profundo por ti este verano, durante nuestra fiesta loca de piratas. Luego he estado pensando mucho en ti, sin tener muy claro la diferencia entre amistad y amor; pero ayer supe a ciencia cierta que mis sentimientos rebasaban la simple amistad. Así que, mi respuesta es sí, sí, Paula, creo que tú y yo podemos tener futuro como pareja. Siento que tú eres el amor de mi vida, la persona con la que quiero compartir el resto de mi vida.

—¡Uff! Qué preciosas palabras las tuyas, y luego dirán que los chicos de ciencias no tenéis vocabulario romántico. Creo que son una declaración de amor en toda regla.

—Lo son, Paula, lo son. Y, tú, ¿qué piensas? ¿Crees que podemos tener futuro como pareja?

—Lo creo firmemente, Pablo. He pensado mucho en ti durante todo este tiempo. Un tiempo que se me ha hecho eterno. Te quiero, Pablo, de verdad, te quiero mucho. Yo también creo que tú eres el amor de mi vida, la persona con la que quiero compartir el resto de mi vida, en la tristeza y en la alegría, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza….

—Oye, que aún no estamos ante el altar, ja,ja,ja.

— ¡Y ni falta que nos hace! Ahora mismo, tú y yo nos vamos a declarar marido y mujer, sellando nuestra unión de esta manera…

Paula y yo sellamos nuestra unión de puro amor de pareja con un maravilloso abrazo y un beso eterno. Un beso que nos supo a gloria bendita. Instintivamente abrí en cierto momento los ojos y contemplé los suyos, aún cerrados. La contemplación de su rostro trajo a mi memoria la letra de la canción de otro de los cantantes favoritos de mi madre, Dyango, titulada “El primer beso”. “Me dio el primer beso, con labios temblorosos. Después, sus ojos negros me miraron con asombro. Volvimos a besarnos. Y acaricié sus pechos, tan jóvenes, tan blancos, quemando como el fuego. Un beso. La culpa fue del primer beso. Un beso. El primer beso que le di. Un beso. La culpa fue del primer beso”.

Al abrir sus ojos ella contempló los míos, repletos de amor hacia ella. De los suyos surgieron lágrimas de felicidad; de los míos un inmenso agradecimiento al saber que su alma estaba ya fundida con la mía.

Nos estuvimos mirando durante unos instantes, los instantes más maravillosos de nuestras vidas. No había palabras entre nosotros, sólo silencio. Comprendí entonces que, efectivamente, el silencio es profundo como la eternidad y las palabras superficiales como el viento. Podríamos haber seguido así por mucho más tiempo, pero de repente alguien abrió la puerta de la tienda, rompiendo nuestro profundo y eterno silencio.

—Hola, buenos días —escuchamos decir a una señora de unos 40 años con acento suramericano.

—Hola, buenos días. ¿Qué desea? —le respondió Paula inmediatamente poniéndose a su entera disposición, con la intención de satisfacer como buena vendedora las necesidades de aquella compradora que acababa de aparecer por la tienda.

—¿Tienen el Cubo de Metatrón? Es para un regalo.

—Claro. Tenemos varios modelos, con diferentes precios.

La señora, tras analizar los diferentes modelos que Paula le mostró del Cubo de Metatrón, optó por uno.

—Me gusta este. Es perfecto. ¿Puede envolverlo para regalo?

—Claro, señora. Con mucho gusto.

Mientras Paula envolvía este regalo para esta enigmática clienta, de baja estatura, larga cabellera y negra como el azabache, dirigió su mirada penetrante hacia mí, preguntándome:

—¿Conoce usted el Cubo de Metatrón?

—No. Es la primera vez que oigo hablar de este artilugio.

—Bueno, en realidad, no es un artilugio, tiene que ver con la geometría sagrada. ¿Ha oído usted hablar de ella?

—Pues no. La verdad es que no. Me suena a chino.

-Es que, sabe usted, Pablo es de ciencias –le aclaró inmediatamente Paula. Le puede preguntar lo que desee de temas relacionados con los ordenadores, pero de ciencias ocultas y esoterismo creo que va un poco perdido.

—Bueno, no tanto —protesté— que últimamente mis amigos Manel y Gerard me han estado iniciado en estos temas ocultos. Manel hasta me ha echado alguna vez las cartas del tarot. Y, vaya, según él, voy progresando adecuadamente en las enseñanzas que él llama “ciencias de la vida”.

—Estupendo. Por algo se empieza. Mire, yo soy Claudia Paola, del Perú y soy formadora en geometría sagrada.

—Encantado de conocerla, Claudia Paola. Yo soy Pablo y ella Paula. Y, dígame, por favor, ¿en qué consiste esto de la geometría sagrada, si se puede saber?

—Se lo explico encantada, claro. La geometría sagrada tiene que ver con las formas y patrones geométricos que se encuentran presentes en la Naturaleza. Los diseños de lugares considerados sagrados, como las iglesias, las catedrales o las mezquitas están basados en la geometría sagrada.

—¡Qué interesante! —exclamé, dándole a entender que el tema me interesaba mucho.

—Mi ya larga experiencia con la práctica de la geometría sagrada me hace afirmar que tiene efectos estimulantes sobre ambos hemisferios cerebrales a la vez. El derecho, como sabrá, por estar relacionado con habilidades visuales, espaciales y artísticas; y el izquierdo con la matemática y la lógica.

—Bien. Pero todavía no me ha quedado claro qué tiene que ver la geometría sagrada con el Cubo de Metatrón. ¿No tendrá algún poder demoníaco?

—Que va, por Dios. Todo lo contrario. ¿Sería tan amable de entregarme otro Cubo de Metatrón para que se lo pueda explicar mejor a su amigo Pablo? Es para que no tenga que desenvolver el mío.

—Claro que sí. Y de paso yo también me entero también que, no sé por qué, pero últimamente este regalo lo estoy vendiendo mucho.

—Es que, querida, vienen tiempos muy duros para la Humanidad y el Cubo de Metatrón contiene un poder muy grande de protección. Mirad, observen, este Cubo contiene todas las figuras geométricas de la creación, representando los patrones que componen todo lo creado.

Mientras Claudia Paola nos daba las explicaciones sobre el Cubo de Metatrón con todo lujo de detalles, de repente caí en la cuenta de que la figura serigrafiada en la camiseta de Mari-Luz, así como la que aparecía en su anillo y en su collar eran en realidad Cubos de Metatrón. ¡Impresionante!

—¿Y nos puede explicar el significado de estas esferas y las líneas que salen desde el centro de cada esfera? —preguntó con gran curiosidad Paula.

—Sí. Mirad. El Cubo de Metatrón está formado por trece esferas unidas por líneas desde el centro de cada esfera, como estáis viendo. Las esferas representan lo “femenino” de la creación y las líneas “lo masculino”. Esto significa una cosa muy importante: que el Cubo de Metatrón completo representa una red de polaridades femeninas y masculinas que hacen posible que todo se cree.

—Oiga, ¿Y se sabe quién creó o concibió este artilugio, perdón, esta herramienta tan poderosa de geometría sagrada? —pregunté con enorme curiosidad.

—Verá, joven. Como le vengo diciendo el Cubo de Metatrón contiene todas las figuras existentes en el Universo creado, y dichas figuras son los bloques de construcción de toda la materia física. Esas formas tridimensionales aparecen en toda la creación, en todo, desde cristales hasta ADN humano. Y sobre la cuestión de quién ha creado esta herramienta tan poderosa de geometría sagrada pues un ángel, el ángel Metatrón.

—¿El ángel Metatrón? ¿Y quién es este ser?

—Bueno, en realidad Metatrón es más que un ángel, es un arcángel. Es citado con frecuencia en el judaísmo rabínico y en la angelología. Suele identificarse como el ser más poderoso del reino celestial, estando solo por debajo de Yahveh-Dios. Unos creen que Metatrón fue creado por Dios como un ángel muy poderoso y sabio; otros, sin embargo, que primero fue creado como ser humano –Enoc- y que después Dios lo convirtió en ángel tras haber ascendido hasta el Cielo.

—Ya comprendo —comentó Paula. Me imagino que usted me ha comprado el Cubo de Metatrón para algo más que un simple elemento decorativo.

—Por supuesto. Lo he adquirido para regalárselo a un alumno. Quiero que empiece a usarlo como herramienta para la meditación. Es muy útil porque ayuda en la concentración, promoviendo la paz y el equilibrio. Además, sirve para otros fines.

—¿Así? ¿Cuáles? ؙ—preguntó de nuevo Paula, más intrigada aún.

—Pues, verás, Paula. Además de como elemento de protección, que ha de colocarse en puertas y ventanas de una casa, sirve para entrar en conexión con el propio arcángel Metatrón, el cual te podrá inspirar o aconsejar en innumerables cuestiones relacionadas con las cosas de esta vida. Es que, sabes, Metatrón es el ángel o arcángel de la creación y la inspiración.

—Uff, es que yo, Claudia Paola, no creo mucho en esta cosas tan divinas y esotéricas —comenté.

—Lo comprendo, joven. Pues en su caso puede utilizarlo como dispositivo de limpieza energética. Para ello, lo que debe hacer es sentarse tranquilamente en una silla, cierra sus ojos, hace primero unas cuantas respiraciones profundas y luego se lo imagina en movimiento, en el sentido de las agujas del reloj. De este modo conseguirá alejar la energía negativa de tu vida, al mismo tiempo que te repone energéticamente. Es que, sabe usted, al visualizar el Cubo de Metatrón moviéndose en el sentido de las agujas del reloj se crea una fuerza centrífuga capaz de sacudir la negatividad y, al mismo tiempo, nutrirse interiormente fluyendo por dentro y a través de ti.

—Esto me convence más —apostillé.

—En fin, les animo a que lo incorporen en su vida, que ya verán que bien les va a ir. Les dejo mi tarjeta con la dirección y el teléfono de mi escuela de geometría sagrada, por sí se animan algún día a probar esta maravillosa terapia de la geometría sagrada.

Tras estas últimas palabras y realizar r el abono del regalo, Claudia Paola de despidió de este modo:

—Que tengan ustedes un día precioso y que Dios les bendiga. Namasté.

—Namasté ؅—la correspondió Paul con el gesto consiguiente.

Cuando nos quedamos solos, pregunté intrigado a Paula por el significado de Namasté.

—¿Namasté? ¿Qué significa esta palabra y el gesto que lleva adherido?

—Es una palabra muy utilizada por este tipo de gente que pasa por la tienda —me explicó. Yo ya me he acostumbrado a ella.

 “Namasté” es un saludo que se originó en la India y que proviene del sánscrito antiguo. Al parecer, se utiliza no solo como saludo y despedida, sino también como forma de agradecimiento y en señal de respeto.

—Pues namasté —dije a Paula haciendo el gesto correspondiente.

—Namasté —correspondió Paula.

—¿Qué interesante es esto de Metatrón y su Cubo, ¿verdad?

—Pues sí.

—Ahora entiendo por qué te gusta este trabajo de venta de regalos. Es que te permite conocer a gente tan interesante y sabia como esta señora peruana.

—Bueno, también a chicos tan guapos e interesantes como tú.

—Gracias, por lo que me toca. Yo también puedo decir lo mismo de ti.

De nuevo nos dimos un fuerte abrazo, que sellamos una vez más con un profundo beso en los labios. Estaba claro que Paula y yo habíamos traspasado la barrera de la simple amistad. Ambos habíamos iniciado un nuevo camino de vida. Ese día, en ese preciso instante, un cierto reloj de sol en algún lugar del planeta tierra estaba señalando una hora soleada. Esta hora era ¡nuestra hora! La hora del amor. Del amor de Paula y de Pablo.

—Oye, ¿y ahora qué vas a hacer? —preguntó mi ya amada Valeria una vez que dimos por concluido nuestro “achuchón” físico, mental, emocional y espiritual.

—Tengo que retomar, como te he dicho, mi disciplina de estudiante universitario. Quiero revisar mis correos, que debo de tenerlos a montones. Es que llevo ya muchas horas sin saber nada de él y él de mí.

—Vamos, que le echas de menos —comentó irónicamente.

—Bueno, tanto como eso…. Pero, ya sabes, tengo que ponerme al día con mis cosas.

—Claro, hombre, lo comprendo. Es tu herramienta de trabajo y no debes descuidarla. Lo mío, ya sabes, es esto: atender lo mejor posible a los clientes.

—¿Nos vemos esta noche? Si te apetece podríamos quedar a tomar algo ligero, una pizza, una hamburguesa…

—Me encantaría, pero es que hoy, precisamente, tenemos a unos tíos de mi padre a cenar. Llevamos mil años sin verlos. Viven en Londres y han venido a pasar unos días con nosotros. Así que, si te parece lo podemos dejar para mañana.

—Ok. Por mi parte, sin problemas. ¡Te quiero!

—Ídem. Yo también te quiero.

De nuevo nos volvimos a fundir en un profundo abrazo y un beso. Antes de salir de la tienda y pisar la calle, le lancé desde la palma de mi mano con mi aliento mi sincero amor hacia ella. Ella me correspondió de igual modo.

Pablo Martín Allué

1 comments on “Sí, quiero

  1. Estimado lector/a.
    Mi entrada del día de hoy trata sobre la importancia del equilibrio.
    Te espero por mi blog.

    Feliz tarde 🙂

Gracias por comentar

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