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El buen uso de la palabra

No hay peor lastre que la ignorancia, ni peor desgracia que no ser conscientes de la esclavitud que acarrea.

Escribir es una habilidad aprendida en base a unas enseñanzas mínimas y necesarias que necesita de práctica y continuidad para que evolucione. Diferente es saber explicar con fidelidad lo que queremos decir mediante la palabra. Haciendo un símil un tanto exagerado, se podría decir que la letra es el átomo que compone todo lo material existente y el texto es el universo, la composición resultante. Un ir de lo ínfimo a lo máximo, de lo insignificante y casi inestimado a un estado superior de suma importancia e inimaginable envergadura.

El arte de escribir acoge esos dos extremos tan distantes y a la vez inseparables, es un ejercicio que supone concienciación, trabajo y constancia, no tanto por conseguir un texto bonito y agradable, sino por saber transmitir exactamente qué es lo que se quiere decir. Es en ese punto cuando el escritor o escritora debe ser consciente de que cada palabra que escriba va a dejar constancia de un sentimiento o una emoción que debe ser lo más fiel posible a su objetivo. Y es que la palabra es como un sutil perfume que se integra en ese espacio privado del lector, único e irrepetible, compuesto por sus vivencias y sus expectativas, creando una visión singular.

Cada cual moldea la información que recibe según sus propios criterios, eso es inevitable, pero si en ese aspecto el que escribe no puede hacer nada, al menos que el mensaje que transmita sea lo más cercano posible a lo que quiere decir. Porque las palabras construyen o destruyen, son aliento y vida para el que lee o golpe bajo que aniquila y destroza sueños y esperanzas de un solo soplido, como un viento feroz que no deja casa con tejado.

La labor ardua del que escribe es esa, mucho más que la de ornamentar el texto con figuras retóricas que haga perderse al lector entre florituras, la de saber lo que está diciendo y ser consecuente con los efectos que puede provocar en quien lee.

¡Y es que es tan importante usar bien la palabra y tenemos tanto léxico a nuestra disposición!

El trabajo es duro y exige voluntad, es un ejercicio diario motivado por la necesidad de expresar ideas y sentimientos que, posiblemente, puedan servir en algo al que recibe el mensaje. Si eso llega a ocurrir, a título personal, habré conseguido mi meta.

Pero entre el acto de escribir y el de hacer que lo que se escribe sea tan cercano y consecuente a nuestro sentir como se pueda, se debe trabajar y se debe dar la oportunidad de que la cultura nos embriague, se apodere de nuestro ser como la única alternativa posible.

Me envuelve la sensación que tuve, y retengo, de las palabras de Federico García Lorca en aquel discurso que lanzó al mundo un día de septiembre de 1931, en el acto de inauguración de la biblioteca de su pueblo natal, Fuente Vaqueros (Granada). Su amor por la cultura y los libros trascendió a nuestros días, su vigencia sigue activa quizás más que nunca, porque no solo de pan vive el hombre, ni la mujer:

Federico García Lorca

«Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz. No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. 

Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?»

Federico García Lorca

Isamar Cabeza

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