Francisco F. Micol Opinión Redactores

Literatura: poesía, narrativa y dramaturgia

Retrato de Dámaso Alonso por Josep Pla-Narbona - Wikimedia https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A1maso_Alonso

Segregar los tres pilares de la literatura ha sido un error inenarrable. Es algo análogo a quitarle las patas a una mesa, los cimientos a un edificio o las piernas a una persona. Tres campos íntimamente unidos que constituyen el total de la invención escrita.

Para un porcentaje muy elevado de personas, la poética implica connotaciones cursis, de extrema sentimentalidad, siempre teñidas con lágrimas y anhelos imposibles cuya temática es el desamor, la muerte de un ser querido o la nostalgia por el tiempo pasado.

El siglo XXI se caracteriza, primordialmente, por un desdeño inculto hacia todo lo que nos ha traído a nuestro hoy. Ignorar el pasado implica desconocer dónde nos encontramos y cuál es nuestro futuro. El acervo cultural no puede ignorarse ya que sin raíces estamos perdidos, desamparados, errabundos y sumidos en un desconcierto apabullante.

Son muchos los que una vez ultimado el ciclo de bachiller emprenden estudios universitarios, creyendo que una licenciatura en medicina, Derecho o ciencias económicas, va a dotarles de conocimiento, cosa que desde luego es totalmente incierta.

La universidad es un centro docente –no otra cosa– para especializarse en las muchas ramas que demanda la sociedad, siempre y cuando ésta necesite de tales concreciones. Supuestamente –lo cierto es que no– estos exclusivismos tornan a las personas en expertos.

Experto, como ya dijo Niels Bohr, es una persona que ha cometido todos los errores que se pueden cometer en un campo muy estrecho. Es decir, aquel que sabe cada vez más sobre menos cosas hasta que sabe absolutamente todo acerca de nada. ¿Y para qué necesita la sociedad a un sujeto así, pregunto?

El conocimiento limitado dentro de un campo, ya sea uno u otro, condiciona a la persona frente al infinito horizonte de cuestiones que forman parte, ya nos guste o no, de nuestra existencia cotidiana. Saber física cuántica, por ejemplo, a niveles de Albert Einstein o Ludwig Boltzmann (que ya es mucho pedir) no nos garantiza la apreciación de una enfermedad o por qué el muchachito de enfrente se tiñe el cabello de verde vejiga o azul cobalto.

Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz (Miguel Cabrera) - Wikimedia https://es.wikipedia.org/wiki/Sor_Juana_In%C3%A9s_de_la_Cruz
Retrato de Sor Juana Inés de la Cruz (Miguel Cabrera) – Wikimedia

Sor Juana Inés De La Cruz (religiosa de la Orden de San Jerónimo y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español. Cultivó la lírica, el auto sacramental y el teatro, así como la prosa. Por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de «el Fénix de América», «la Décima Musa» o «la Décima Musa mexicana») decía: Yo no estudio para saber más, sino para ignorar menos.

La literatura nos aporta mucho más que conocimiento. Merced a ella aprendemos a pensar (filosofía), realizamos comparaciones emocionales entre conductas divergentes (psicología y sociología), nos adentramos en terrenos inusitados pero posibles (casuística teológica y moral), averiguamos comportamientos enigmáticos (psiquiatría), obtenemos perfiles que recorren la íntegra tesitura de las emociones humanas (sexología y conductas del comportamiento), nos muestra el proceder del individuo en unas épocas y otras (antropología cultural).

Nocturno
(Gerardo Diego)

 Están todas

También las que se encienden en las noches de moda

Nace del cielo tanto humo
que ha oxidado mis ojos

Son sensibles al tacto las estrellas
No sé escribir a máquina sin ellas

Ellas lo saben todo
Graduar el mar febril
y refrescar mi sangre con su nieve infantil

La noche ha abierto el piano
y yo las digo adiós con la mano

(Manual de espumas. Versos humanos.
Madrid. Editorial Cátedra, 1995.
Colección Letras Hispánicas, núm. 245, p. 115).

Los contadores de estrellas
(Dámaso Alonso)

Yo estoy cansado.
Miro
esta ciudad
-una ciudad cualquiera-
donde ha veinte años vivo.

Todo está igual.
Un niño
inútilmente cuenta las estrellas
en el balcón vecino.

Yo me pongo también…
Pero él va más deprisa: no consigo
alcanzarle:
Una, dos, tres, cuatro,
cinco…

No consigo
alcanzarle: Una, dos…
tres…
cuatro…
cinco…

(Poemas puros. Poemillas de la ciudad.
Editorial Espasa-Calpe.
Colección Austral, núm. 1.639).

Leer, sobre todo, porque en un poema vamos a encontrarnos a nosotros mismos, sin ambages, como cuando nos miramos en el espejo para otra cosa que no sea ese maniático acicalamiento.

Y entonces no debemos arrinconar –para quienes compran literatura y la emplean como ornato en los anaqueles del salón– el extraordinario mundo escénico. ¿El teatro? Sí, el teatro.

Teatro de autor: da mayor relieve al texto escrito que a los demás elementos espectaculares.

Teatro de bolsillo: que se representa en salas de pequeño aforo.

Teatro de cámara o de ensayo: experimental y artístico, que se presenta en locales pequeños y, a menudo, en representaciones excepcionales.

Teatro épico: por contraposición al que pretende la identificación del espectador con las emociones de la obra. Intenta que ésta cause en aquél reflexiones distanciadas y críticas por medio de una técnica apoyada más en lo narrativo que en lo dramático.

PEDIDA DE MANO
Antón Chéjov

Personajes:
Stepan Stepanovich Chubukov, terrateniente.
Natalia Stepanovna, su hija. Veinticinco años.
Iván Vasilievich Lomov, terrateniente; hombre sano y robusto pero sumamente aprensivo. Vecino de Chubukov.

La acción tiene lugar en la hacienda de Chubukov.

ACTO ÚNICO
Sala en casa de los Chubukov.
Escena Primera.
Chubukov y Lomov.
Éste último entra de frac y guantes blancos.

CHUBUKOV.- (Saliéndole al encuentro) ¡Iván Vasilievich! ¡A quién veo! ¡Qué alegría tan grande! (Se estrechan la mano). ¡Precisamente!… ¡Qué sorpresa! ¿Cómo está? Dígame.

LOMOV.- ¡Muy bien, muchas gracias! ¿Y usted, cómo se encuentra?

CHUBUKOV.- ¡Gracias a sus oraciones, ángel mío, vamos tirando! Pero siéntese, se lo ruego. ¡No está bien eso de olvidarse así de sus vecinos!… ¡Querido!… ¿Cómo viene tan de etiqueta? ¿Va usted a alguna parte?

LOMOV.- No. Vengo solamente a verle, estimado Stepan Stepanovich.

CHUBUKOV.- ¡Y por qué entonces vestido de frac! Parece que estamos en Navidad y que va usted de visitas…

LOMOV.- Verá… El asunto que me trae… (Tomándole de un brazo). He venido a verle, estimado Stepan Stepanovich, para importunarle con un ruego… Varias veces tuve el honor de dirigirme a usted y solicitar su ayuda, y siempre…, en fin… ¡Perdone!… ¡Estoy muy nervioso!… ¿Me permite que beba un poco de agua, estimado Stepan Stepanovich? (Bebe).

Cuando leemos una obra de teatro empezamos a comprender que la imaginación surge sola y sin esfuerzo alguno, viendo, con el magistral ejemplo anterior, a los dos personajes en un salón determinado, su decoración, el estilo, los modales, esa cortesía tan deliciosa del siglo XIX.

Retrato de Anton Pavlovich Chekhov - Wikimedia https://es.wikipedia.org/wiki/Ant%C3%B3n_Ch%C3%A9jov
Retrato de Anton Pavlovich Chekhov – Wikimedia

Es notable que Antón Chéjov fuera médico, escritor y dramaturgo. Maestro del relato corto, está considerado como uno de los más importantes escritores de cuentos en la Historia literaria. Del mismo siglo, esta vez en Reino Unido, cabe destacar a Arthur Conan Doyle, escritor y también médico, autor prolífico cuya obra incluye relatos de ciencia ficción, novela histórica, teatro y poesía.

El tríptico literario, démonos cuenta, es similar a un trípode. Si truncamos una de su patas, éste se derrumba inevitablemente. En el contexto social donde nos vemos envueltos, por razones de difícil o imposible explicación, la lectura ha quedado desterrada de los hábitos cotidianos. Bachiller y universidad, un ocio desmesurado, fluctuaciones en todos los terrenos del conocimiento, balbuceos en la oratoria política, promesas destinadas a los estúpidos y cretinos resueltos a censurar –como el rinoceronte atacando a todo lo que hay frente suyo– cualquier planteamiento loable.

El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar. (Erasmo de Rotterdam).

Es así de sencillo y podemos comprobarlo cada día: quien no lee, no sabe. Pero no sabe de nada, ni siquiera de aquello cuyo diploma (conseguido, en la mayoría de los casos, por muy turbios y dudosos medios), jura o asevera el conocimiento en esta o aquella especialidad, algo que hoy sólo nos suscita indolencia, lástima o desdén.

Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella. (Cicerón).

¿Leer poesía…? Bah, eso para las mujeres solteronas y aburridas. ¿Leer teatro…? Ni a punta de revólver; es algo empalagoso hasta la repudrición. ¿Leer narrativa…? Puf, yo veo la televisión.

La diferencia entre genialidad y estupidez es que la primera tiene límites. (Anónimo).

Debemos considerar cómo los grandes personajes de la Historia, y hablo de hombres y mujeres, desde luego, han cultivado las letras en su amplio espectro. Poesía, narrativa y dramaturgia.

Lectores y autores deben esforzarse por conocer, cuanto más mejor, los tres pilares de la literatura.

La poesía es un género literario considerado como una manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa. Los griegos entendían que podría haber tres tipos de poesía, la lírica o canción cantada con acompañamiento de lira o arpa de mano, que es el significado que luego se generalizó para la palabra, incluso sin música; la dramática o teatral y la épica o narrativa. Por eso se suele entender generalmente hoy como poesía la poesía lírica. También es encuadrable como una «modalidad textual» (esto es, como un tipo de texto). Es frecuente, en la actualidad, utilizar el término «poesía» como sinónimo de «poesía lírica» o de «lírica», aunque, desde un punto de vista histórico y cultural, ésta es un subgénero o subtipo de la poesía.

El arte de combinar rítmicamente las palabras no es lo único que distingue a la poesía de la prosa, pero hasta mediados del siglo XIX constituía la mejor forma de diferenciar ambos usos del lenguaje. La versificación tiene en cuenta la extensión de los versos, la acentuación interna y la organización en estrofas. En la función poética del lenguaje, el eje sintagmático (orden gramatical del discurso) se proyecta sobre el eje paradigmático (selección léxica). Esto implica una precisión laudable en el idioma.

Así, la narrativa bebe de la poesía y de la dramaturgia, come del ensayo, desayuna con versos líricos, merienda con el mundo escénico y cena acompañada de emociones que atesora desde un ámbito y otro.

Los grandes autores no sólo leen el género que practican, en absoluto. Los poetas son amantes de la dramaturgia y la narrativa; los dramaturgos no saben vivir sin la poética ni la narración; los narradores aprenden, y mucho por cierto, de la poesía y el teatro.

¡Lástima del lector que no aprenda a saborear un poema, a vivir una obra de teatro y encontrar en la narrativa lo que de uno y otra hay en cada parágrafo!

La ignorancia puede ser curada; la estupidez nunca. (Masahide).

Curemos nuestra ignorancia y huyamos de la estupidez. No es difícil. Alcanza con leer un rato todos los días y encontrar grupos literarios para compartir las inquietudes que un poemario, novela u obra escénica nos han de suscitar sin lugar a dudas.

Francisco F. Micol

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